Los altibajos en la historia de Alemania se hicieron notar desde los primeros tiempos, cuando hace aproximadamente cuarenta mil años el hombre de Neanderthal habitó en estas tierras. Invasores eslavos y asiáticos lucharon por dominar el territorio hasta que los bárbaros germánicos se asentaron en la región del Rin. Diferentes focos de feroz resistencia se opusieron a las legiones romanas (entre el 50 a.C. y el siglo V d.C.), al conquistador franco Carlomagno (hasta principios del siglo IX) y a Otón el Grande, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (desde finales del siglo X). En el siglo XIII, cuando la casa de Austria gobernaba desde Viena, este territorio era poco más que un mosaico de estados germanoparlantes gobernados por príncipes.
Con los Habsburgo en el poder estalló la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), consecuencia de continuos conflictos religiosos y nacionalistas. Desde la Reforma planteada por Martín Lutero a partir de la década de 1520, Europa vivía en una controversia religiosa. El tratado de Westfalia (1648), que ponía fin a la contienda, ratificó el fracaso de la Contrarreforma en Alemania (asentando los derechos de católicos y protestantes) así como de la política de los Habsburgo dirigida a la construcción de un gran imperio. Tras la guerra y las epidemias que asolaron el país, Alemania perdió la tercera parte de su población.
Los príncipes locales asumieron la soberanía absoluta en un mosaico formado por cerca de trescientos estados, lo que facilitó la incursión de las tropas napoleónicas a principios del siglo XIX. El emperador francés jamás consiguió conquistar Prusia, que se convirtió en el núcleo de la resistencia alemana. En la decisiva batalla de Leipzig en 1813, se puso fin a las aspiraciones alemanas de Napoleón. En 1866, Otto von Bismarck, canciller de Prusia, anexó gran parte de Alemania, y se consolidó como el mayor gobernador de Europa tras una resonante victoria sobre Francia en 1871. Guillermo I, rey de Prusia, fue designado Kaiser y se formó el nuevo imperio alemán.
Guillermo II destituyó a Bismarck en 1890 y condujo Alemania a la I Guerra Mundial; la población alemana acusó inmediatamente los efectos de la guerra sobre su economía, lo que provocó disturbios civiles. El final de la lucha trajo consigo una desmoralización generalizada así como más de un millón y medio de muertos. La oposición se hizo con el poder en la denominada Revolución de Noviembre (1918) y Friedrich Ebert fue nombrado presidente del Reich de la República de Weimar (1919-1925). La crisis económica mundial favoreció el aumento del paro y de la pobreza, circunstancias que facilitaron el asentamiento del Partido Nacionalsocialista de Obreros Alemanes liderado por Adolf Hitler. En 1933, el partido nazi asumió la autoridad absoluta sobre Alemania; la dictadura nacionalsocialista se mantuvo hasta 1945. Su política de expansión condujo en 1939 a la II Guerra Mundial y al horror del Holocausto. Tras las primeras victorias en los frentes, en 1943 se sucedieron pérdidas importantes que fueron marcando lentamente el comienzo de su rendición incondicional de 1945.
Los aliados dividieron y controlaron la Alemania de la posguerra: Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos se afianzaron en la parte occidental y formaron la República Federal de Alemania, y la zona soviética se transformó en la República Democrática de Alemania, de régimen comunista; la misma división se repitió en Berlín. Alemania occidental recibió importantes inyecciones de capital estadounidense, atrayendo a muchos trabajadores que escapaban de las miserables condiciones económicas del Este. Para reducir las crecientes fugas hacia el Oeste, la RDA construyó el muro de Berlín en 1961 y cerró las fronteras. El ojo helado de la Guerra Fría se centraba en la capital. Durante los siguientes 25 años, Alemania occidental se convirtió en una de las naciones más prósperas del mundo, al tiempo que en el territorio comunista aumentaban las dificultades socioeconómicas. Uno de los símbolos más conmovedores del hundimiento del comunismo en Europa del Este lo constituyó la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989.
Gracias a la reunificación de Alemania, la era de Helmut Kohl se convirtió en una de las épocas más sobresalientes de la historia del país. Sin embargo, tras 16 años de mandato llegó a su fin con la coalición del partido socialdemócrata y los Verdes en 1998. Dos años después se inició una investigación, que duraría 14 meses, al ex canciller por malversación de fondos. En el año 2000, Angela Merkel sustituyó a Wolfgang Schäuble como nueva presidenta de la Unión Cristiana Democrática.
El trastorno social que se pronosticó a Alemania tras la unión ha sido mínimo, a pesar de los problemas que acarrea el país. Aunque ha decaído la euforia de la reunificación y que aún persiste por ambas partes cierto resentimiento y descontento, poco a poco el país germano va logrando la verdadera unión de una manera realmente diligente. La extrema derecha, a pesar de sus ocasionales brotes de violencia, se mantiene en un segundo plano desde el punto de vista político. Alemania ha absorbido la mayoría de los refugiados de la antigua Yugoslavia que, junto a otros inmigrantes, son objeto de nuevos ataques racistas.
En noviembre de 2005, tras unas disputadas elecciones entre socialdemócratas y democristianos, Angela Merkel asume la cancillería alemana.