La Argentina precolombina estuvo poblada por grupos indígenas sedentarios, como los diaguita, pero también por tribus nómadas que vivían de la caza. Su resistencia frenó las incursiones españolas, dificultando su asentamiento. Buenos Aires no se fundó hasta 1580 y permaneció como un páramo durante doscientos años. No fue posible explotar a la población indígena, que cada vez era más reducida y estaba distribuida de forma poco equitativa; esto condujo a la creación de enormes ranchos con ganado, conocidos como haciendas, génesis del legendario gaucho y fuente de gran riqueza para unos pocos afortunados.
Buenos Aires se convirtió en la capital del nuevo Virreinato del Río de la Plata en 1776, que supuso el cuarto virreinato que España estableció en América Central y del Sur. En mayo de 1810 tuvo lugar la Revolución de Mayo, que condujo a la independencia seis años más tarde. La nueva situación desveló las fuertes disparidades regionales que la dominación española había ocultado. Los federalistas del interior (hacendados conservadores, apoyados por los gauchos y la clase rural trabajadora) defendían una autonomía provincial, mientras que los unitaristas de Buenos Aires (ciudadanos cosmopolitas que acogían la avalancha de ideas, inmigrantes y capital europeos) apoyaban la autoridad central de su ciudad. Tras un calamitoso período tiránico bajo el gobierno del supuesto federalista Juan Manuel Rosas, Buenos Aires y el unitarismo prevalecieron y, con la Constitución unitarista de 1853, dio comienzo una nueva era de crecimiento y prosperidad.
Se introdujo el ganado ovino, y la Pampa se dedicó al cultivo de cereales. La inmigración europea, el capital extranjero y el comercio sentaron las bases del nuevo liberalismo. Sin embargo, los excesivos intereses de la deuda externa intensificaron la vulnerabilidad de la economía nacional frente a las crisis económicas mundiales; la riqueza se concentró en manos de unos pocos y aumentaron los índices de desempleo, ya que las pequeñas propiedades quebraron y los agricultores y ganaderos se vieron forzados a abandonar el campo y dirigirse a las ciudades.
Las primeras décadas del siglo XX estuvieron marcadas por un gobierno civil cada vez más débil, la crisis económica y el resentimiento continuo de la elite hacendada. Todo ello condujo al golpe militar de 1943, que facilitó la aparición de la figura política de Juan Domingo Perón, elegido presidente en 1946 y, por segunda vez, en 1951. Junto con su igualmente popular y carismática mujer, Eva Duarte (Evita), implantó un estricto programa económico basado en la industrialización nacional y la autodeterminación, que atrajo tanto al nacionalismo conservador como a la clase obrera. Un nuevo levantamiento militar en 1955 acabó con su segundo mandato y obligó a Perón a exiliarse en España; fue el comienzo de treinta años de un calamitoso gobierno militar, interrumpido únicamente por fugaces períodos al mando de los civiles. Perón regresó al poder en 1973, pero por muy poco tiempo, ya que falleció un año después, legando la presidencia a su tercera esposa, Isabel Martínez. Los crecientes problemas económicos y la inestabilidad política dieron lugar a una época de huelgas, secuestros políticos y guerrillas. El gobierno de Isabel cayó en 1976, y los militares instituyeron un régimen de terror.
Los años que van de 1976 a 1983 han sido descritos como los años de la Guerra Sucia. Los escuadrones paramilitares de la muerte, que operaron en complicidad con el gobierno, erradicaron la oposición y extinguieron cualquier atisbo de crítica, ocasionando la desaparición de entre 10.000 y 30.000 ciudadanos. El símbolo de resistencia a este período son las Madres de la Plaza de Mayo, mujeres que tuvieron el valor de velar públicamente por los miembros desaparecidos de sus familias, y siguieron (y siguen) buscándoles y reclamando justicia incansablemente.
Esta dramática situación llegó a su fin con la guerra de las Malvinas en 1982. El general Leopoldo Galtieri arrebató las islas a los británicos para distraer la atención internacional de la corrupción política y la mala gestión económica de Argentina. Las oleadas de nacionalismo exacerbado dieron como resultado una flotilla británica que atravesó el océano para salvar uno de los pocos retazos codiciados que quedaban en el mapa. Gran Bretaña acabó siendo el vencedor de lo que fue un episodio vergonzoso y caro para ambos países. No obstante, la propiedad de las Malvinas permanece en discusión. En junio de 1995, el ministro de asuntos exteriores argentino propuso la compra de las islas, ofreciendo a sus habitantes 800.000 dólares por su nacionalidad. El asunto se ha complicado todavía más por la creencia británica de que en el territorio hay yacimientos petrolíferos y parece probable que las disputas continúen.
El ignominioso fracaso nacional e internacional marcó el destino del gobierno militar de Argentina, y el país retomó la Constitución de 1853. El ex presidente peronista, Carlos Menem, llevó a cabo importantes reformas económicas, como la privatización de las industrias estatales o la apertura de la economía a la inversión extranjera, lo cual redujo la inflación del 5.000 por ciento al índice actual del 1 por ciento. El 7 de junio de 2001, Menem fue detenido por su presunta implicación en la venta ilegal de armas a Croacia y Ecuador durante los años noventa. El presidente Fernando de la Rúa, de la Alianza de centro-izquierda UCR, fue elegido en 1999 por un período de cuatro años; prometió luchar contra la corrupción así como aplicar severas medidas fiscales para equilibrar el presupuesto de Argentina. Pero tras cuatro años de recesión y con una tasa de desempleo de más del 20% los argentinos dijeron basta. Los planes de austeridad de Fernando de la Rúa provocaron huelgas y manifestaciones en todo el país que se tornaron violentas después de que el gobierno decretara duras medidas en cuanto a la retirada de dinero de los bancos. Argentina se sumió en una gran confusión económica y política en diciembre de 2001 por el impago de la devolución del préstamo (el mayor de la historia) de 132.000 millones de dólares. De la Rúa y muchos de sus ministros dimitieron entre disturbios, saqueos y desorden civil generalizados que se saldaron con 27 víctimas.
El 1 de enero de 2002 Eduardo Duhalde fue elegido quinto presidente de Argentina. Peronista acérrimo, se caracteriza por su populismo y proteccionismo, aunque los sectores más críticos no olvidan los escándalos que empañaron su mandato como gobernador de Buenos Aires. Una de sus primeras acciones consistió en eliminar la convertibilidad del peso atada a una paridad de “uno a uno” con el dólar; casi de inmediato la moneda se devaluó en más del 50%. Esta medida fue impopular aunque necesaria para garantizar nuevas ayudas del Fondo Monetario Internacional.
Tras su devaluación, el peso se comportó mejor de lo esperado en el mercado de divisas. Los planes de Duhalde de introducir profundos cambios en el gobierno argentino, incluyendo la transformación del actual sistema presidencial en una democracia parlamentaria, se arruinaron por la falta de apoyo popular de su gobierno. Se continuaron produciendo disputas y numerosas huelgas laborales casi diariamente y mucha gente, movida por la frustración de no poder acceder a su dinero, asaltó los bancos.
Las elecciones presidenciales a principios de 2003 trajeron la sorpresa del año: el anterior presidente Carlos Menem renunció a su cargo en favor de Néstor Kirchner. En un principio, el país no se mostró demasiado esperanzado ante el nuevo presidente pero, contra todo pronóstico, Kirchner se lanzó de inmediato a por la reforma, ganando la aprobación de la mayoría del electorado. En el 2007, al final de su mandato, Kirchner se había convertido en uno de los presidentes más populares de la historia argentina. Derogó de inmediato las leyes de amnistía que protegían a participantes en la guerra sucia, adoptó una postura severa contra la corrupción gubernamental y apartó la economía de su riguroso plegamiento a EE UU, realineándola con la de los vecionos países sudamericanos. Cuando el sillón presidencial quedó vacante, los argentinos eligieron a su esposa, la senadora Cristina Fernández de Kirchner como la primera presidenta del país.
A finales de 2010, el ex presidente Néstor Kirchner moría de un infarto. Muchos argentinos, agradecidos por la labor del carismático dirigente mostraron su dolor en una multitudinaria despedida en la emblemática plaza de Mayo.