Aprovechando su cercanía con Estados Unidos, Bahamas ha conseguido promocionarse como un destino popular entre los miembros de la jet set y otras aves de paso que huyen del invierno norteamericano. Nassau, su bulliciosa capital con su crecimiento descontrolado, es ya prácticamente indistinguible de las metrópolis estadounidenses. Y sin embargo, permanecen muchos lugares entre las 700 islas y los 2.500 cayos del país donde desaparecer en un manglar, explorar un arrecife de coral y escapar de los complejos hoteleros y el turismo de masas.
La que fuera república pirata en el siglo XVIII se convirtió en el paraíso de los banqueros del siglo XX, como mínimo en Nueva Providencia y Gran Bahama. En el resto, conocidas antaño como las islas Exteriores, pero denominadas en la actualidad con el eufemístico nombre de islas Familiares, el ambiente se dirige hacia los ritmos de la vida antillana en detrimento del turismo norteamericano. Sin lugar a dudas, el visitante se sentirá más integrado en el entorno local escuchando un grupo de rake ‘n’ scrape en un bar de un cayo apartado que bronceándose en la piscina de un hotel de Paradise Island.