La cultura tradicional de Bahamas se aleja de los americanizados centros urbanos de Nassau y Freeport; se fundamenta en las leyendas, el curanderismo, la música y la religión importadas por los esclavos africanos. El obeah, de raíces populares, es un sistema de creencias que gobierna las interacciones entre el mundo de los vivos y el de los espíritus. Si bien resulta menos siniestra, se relaciona con el vudú haitiano y la santería cubana. Una gran mayoría de bahameses, sin embargo, pertenecen a las principales confesiones cristianas (aunque muchos clérigos anglicanos incluyen en su práctica referentes bienintencionados del obeah). Los isleños acostumbran a mantenerse fieles a sus creencias religiosas: muchos taxistas y oficinistas guardan una Biblia a mano. Los asuntos eclesiásticos suelen considerarse más relevantes que otros acontecimientos internacionales de interés general, que quedan relegados a un segundo plano. El país afirma contar con el mayor número de iglesias per cápita del planeta.
A excepción de una minoría de inmigrantes haitianos, que se comunican con su propio criollo, en Bahamas se habla inglés, idioma oficial y utilizado tanto en los negocios como en la vida cotidiana. La mayoría de bahameses de raza negra utilizan tanto un inglés estándar como su dialecto particular. A pesar de no contar con un escritor de fama mundial y de que sus artes plásticas se han desarrollado con lentitud, las islas poseen una efervescente cultura musical. El país ha producido diversos sones tradicionales, incluyendo el goombay, una síntesis de calipso, soca y canciones populares inglesas; y el rake’n’scrape, más extendido entre la clase obrera, que normalmente se ejecuta con guitarra, acordeón y maracas elaboradas con semillas de poinciana.
Los jóvenes bahameses practican el baloncesto con verdadera pasión. Viven en la cancha, y en casi todas las poblaciones se ha habilitado un campo, con tribunas improvisadas. Los lugareños siguen con intenso fervor las ligas de baloncesto (y béisbol) estadounidenses.