Río de Janeiro
Rodeado por el océano a un lado y por las montañas al otro, Río de Janeiro, uno de los lugares más bellos del mundo, concentra unos siete millones de habitantes, conocidos como cariocas, que disfrutan de placeres a los que no todo el mundo tiene acceso: las playas, el culto al cuerpo, la samba, la cerveza, el fútbol y la cachaça, un aguardiente casero.
Pero Río también tiene problemas, y muy graves: una tercera parte de la población vive en favelas (chabolas), que cubren muchas laderas de las colinas; la población más pobre no dispone de escuelas, médicos o empleos; el consumo de drogas y la violencia son problemas endémicos; y la corrupción y la brutalidad policial están muy extendidas. Río es considerada una ciudad peligrosa, lo que ha tenido como consecuencia una drástica reducción del turismo en los últimos años. Actualmente, existe una unidad policial especial encargada de vigilar las zonas frecuentadas por los extranjeros en un intento por mantener su integridad física; según los informes más recientes, su labor se está desempeñando con éxito.
Río está dividido en una zona norte y una zona sul (zona sur) por la Sierra da Carioca, escarpadas montañas que forman parte del Parque Nacional da Tijuca. La cumbre del Corcovado, a 750 m de altura, coronada por la estatua del Cristo redimido, es el lugar idóneo para hacerse una idea de la geografía de la ciudad, con favelas en ambas laderas de la montaña.
El denominador común de Río es la playa, un ritual y una forma de vida para los cariocas. La playa de Copacabana es, probablemente, una de las más famosas del mundo, con una extensión de 4,5 km a lo largo de una de las zonas residenciales más pobladas del planeta. Desde la ondulada playa, pueden verse los bloques de granito que rodean la entrada a la bahía. La playa de Ipanema es la más rica y chic de Río. Otras playas de la ciudad o sus alrededores son las de Pepino, Barra da Tijuca, Flamengo y Arpoador.
El Pão de Azúcar (Pan de Azúcar) es la imagen más explotada de las tarjetas postales. Existen dos funiculares que elevan al visitante 396 m por encima de Río y de la Bahía de Guanabara, desde donde Río de Janeiro parece la ciudad más bonita del mundo. De la selva tropical que antaño rodeaba Río, sólo quedan los 120 km² del Parque Nacional de Tijuca, a unos quince minutos de la jungla de hormigón de Copacobana, un bosque de un verde exuberante, con bellos árboles y magníficas cascadas.
El famoso y glamouroso carnaval de Río es un espectáculo digno de ver, aunque en otras zonas del país se celebre de forma más auténtica. En muchos sentidos, la época del carnaval es el peor momento para ir a Río: las tarifas de los taxis se cuadriplican; los precios del alojamiento se triplican; y masas de visitantes acuden a la ciudad para pasarlo en grande.
Los hoteles más económicos se encuentran en las zonas de Glória, Catete y Flamengo. Para salir de noche y no gastar mucho dinero, se recomienda la zona de Botafogo; en Cinelândia y Lapa, el corazón gay de la ciudad, hay muchos locales de samba; en Leblon e Ipanema, se encuentran los mejores clubes de moda.
Brasilia
Brasilia, capital de Brasil desde el 21 abril de 1960, es considerada Patrimonio de la Humanidad pero, a menos que uno sea estudiante de arquitectura, no tiene mucho más interés. Aunque su descripción en libros parezca interesante o sus fotos den una buena impresión, verlo todo desde allí es otro cantar. Diseñada por el arquitecto Oscar Niemeyer, el diseñador urbano Lucio Costa y el arquitecto paisajista Burle Marx, la ciudad fue construida en el corto espacio de tres años (1957-1960) por millones de campesinos que trabajaron contrarreloj. Por desgracia, el proyecto de ciudad más ambicioso del mundo se diseñó para automóviles y aparatos de aire acondicionado, no para las personas. El popular Parque Nacional de Brasilia, una reserva ecológica situada en la parte norte de la ciudad, es el lugar ideal para escapar del calor abrasador. Los burócratas y políticos se trasladan a Brasilia atraídos por los aumentos salariales del 100% y por los grandes apartamentos que les ofrecen pero, en cuanto llega el fin de semana, regresan a Río o São Paulo, o a cualquier sitio menos estéril que éste. Los más pobres, que trabajan en el sector de la construcción y en las industrias de servicios, pasan las noches en chabolas situadas en las afueras de la ciudad, a distancias de hasta 30 km, conocidas como “anti-Brasilias”.
São Paulo
La ciudad más grande de Suramérica es una ciudad de inmigrantes y barrios étnicos. Situada en una meseta, se estima que la población de esta megalópolis ronda los veinte millones de habitantes, muchos de ellos descendientes de inmigrantes italianos y japoneses. El gran desarrollo industrial y la diversidad cultural han convertido a São Paulo en la ciudad con la clase media más numerosa, más variada y mejor educada de Brasil. Sus habitantes son gente activa y bien informada y, aunque a menudo se quejan de los problemas de tráfico, de la violencia callejera y de la contaminación, no se imaginan vivir en otro lugar que no sea éste. São Paulo puede resultar un lugar intimidatorio, pero los que prefieran las grandes ciudades podrán disfrutar de la actividad y la vida nocturna de una de las ciudades más dinámicas del mundo. Entre los lugares de interés, destaca el Teatro Municipal, de estilo barroco; el edificio Copan de Niemeyer; el Museo de Arte de São Paulo (MASP); y el Patio do Colégio, del siglo XVI.
Selva del Amazonas
La selva del Amazonas es un gigantesco mosaico de ríos y bosques que cubre la mitad del país y se extiende también a los países vecinos. El tramo del río Amazonas fluye entre las ciudades de Manaus y Belém; gracias a la unión de varios ríos, proporciona una ruta navegable a las embarcaciones que se dirigen al océano del extremo sur del continente.
La selva aún conserva muchos de sus secretos, ya numerosos afluentes del río siguen inexplorados. De las 15.000 especies que se estima existen en el Amazonas, quedan aún por clasificar miles de tipos de aves y peces y cientos de mamíferos. Entre las especies animales conocidas -algunas más comunes, otras más exóticas y otras prácticamente extinguidas-, se encuentran jaguares, tapires, pecaríes, monos araña, perezosos, armadillos, caimanes, delfines de río, boas constrictor y anacondas. En cuanto a las aves, pueden verse tucanes, loros, guacamayos, colibríes y halcones; existen también más de 1.800 especies distintas de mariposas y más de 200 de mosquitos. El río alberga tal diversidad de peces, como pirañas, tucunarés, piraracus, pintados y anguilas eléctricas, que a los biólogos les resulta imposible identificar casi una tercera parte de las capturas que se venden en los mercados de Belém.
El punto de partida de la mayoría de las excursiones que se realizan al Amazonas es la ciudad de Manaus, situada a orillas del Negro, a 10 km río arriba de la confluencia de los ríos Solimões y Negro, que se unen para formar el Amazonas. Aunque Manaus es descrito en innumerables guías de viaje como la tierra de las maravillas del Amazonas, la verdad es que la ciudad tiene pocos atractivos y un alto índice de delincuencia. Su símbolo más significativo es el Teatro Amazonas, un teatro de la ópera de estilo renacentista, diseñado por Domenico de Angelis en 1896, durante el período de auge del comercio del caucho.
Las excursiones de un día y las rutas en barco río arriba proporcionan un contacto muy directo con la vegetación de la selva y con la abundante variedad de aves existentes; además, brindan la oportunidad de ver la forma de vida de los caboclos (los habitantes de los pueblos del río Amazonas) en los alrededores de Manaus. No se verán, sin embargo, ni tribus de indios ni manadas de animales en libertad, ya que en ambos casos el encuentro con el hombre ha sido sinónimo de destrucción y, por tanto, tienden a huir de las zonas de fácil acceso.
El Pantanal
A pesar de que el Amazonas se lleve toda la gloria, el mejor lugar con diferencia para contemplar la vida salvaje es el Pantanal. Esta extensa zona de pantanos, del tamaño de la mitad de Francia, se encuentra situada en el extremo oeste de Brasil y se extiende a las regiones fronterizas de Bolivia y Paraguay. La fauna más común son las aves, aunque el Pantanal es también un santuario para nutrias gigantes de río, anacondas, iguanas, jaguares, pumas, cocodrilos, ciervos y osos hormigueros. A la zona, poco habitada y carente de poblados, se accede por la carretera de Transpantaneira, que conduce a la aldea de Porto Jofre, donde se puede encontrar un solo hotel. Desde la ciudad de Rio Paraguai, en la frontera con Bolivia, se organizan rutas en barco. La ciudad tiene fama de ser un centro de contrabando de armas, narcotráfico y caza furtiva, por lo que se recomienda precaución.
Salvador da Bahia
Bahía es el estado más africanizado de Brasil. Su capital, Salvador da Bahia (a menudo abreviado como Salvador), es una ciudad fascinante, con multitud de edificios históricos y playas tan maravillosas que resulta muy difícil escoger una. Fundada en 1549, durante 300 años fue considerada la ciudad más importante de Brasil y la segunda del imperio portugués, después de Lisboa. Centro del comercio del azúcar, era conocida por sus iglesias repletas de oro, sus bellas mansiones, sus frenéticos festivales y, en general, por su sensualidad y decadencia. El Carnaval en Salvador es merecidamente famoso y atrae cada año a multitud de turistas. También pueden visitarse sus 34 iglesias coloniales, el Museo Afro-Brasileño, dedicado a la cultura negra, y el Elevador Lacerda, una estructura art déco de ruidosos ascensores eléctricos, que sube y baja 85 m en menos de quince segundos y transporta diariamente a más de 50.000 pasajeros entre el puerto y la parte histórica de la ciudad, situada sobre una colina.
Cataratas de Iguazú
El río Iguazú nace en las montañas costeras de Paraná y Santa Catarina, la Serra do Mar, y fluye hacia el Oeste a lo largo de 600 km, antes de ensanchar su cauce de forma majestuosa; recorre la selva y, en la frontera con Argentina y Paraguay, forma cascadas escalonadas de más de 3 km de ancho y 80 m de alto. La mejor época del año para visitar las cataratas es entre agosto y noviembre, cuando hay menos riesgo de inundación de la zona de acceso a las pasarelas.