En el período anterior a 1991 Croacia (entonces parte de Yugoslavia, actual Serbia y Montenegro) iba camino de convertirse en la nueva costa del Sol. Numerosos aviones cargados de pasajeros procedentes de la Europa Occidental (10 millones al año) aterrizaban a orillas del Adriático en busca de sol, un bajo coste de vida, curiosidades medievales y quizá alguna playa nudista. Pero con el empuje independentista croata durante la violenta separación de Yugoslavia, la guerra convirtió ese sueño turístico en una pesadilla. A pesar de las recientes tragedias, los encantos de Croacia permanecen indemnes y el país se ha reconvertido en un imán para el turismo.
Su aura medieval todavía perdura en las calles empedradas de Rovinj y la Stari Grad (ciudad antigua) de Dubrovnik, recientemente restaurados. Croacia también alberga algunos de los mejores vestigios romanos de Europa, entre los que figura el inmenso palacio de Diocleciano, en Split. El clima y las playas siguen siendo magníficos y, si uno lo desea, puede practicar el nudismo.