A pesar de no haber destacado históricamente en los campos del arte, la literatura y la música, Escocia irrumpió con fuerza en los ámbitos científico y filosófico. De estas tierras provienen los logaritmos, la segunda ley termodinámica y las leyes electrodinámicas; la revolución de la energía del vapor y el betún, el impermeabilizante, el teléfono, la televisión y el radar. Los escoceses fueron pioneros en la anatomía, los antisépticos y el desarrollo de la penicilina y Adam Smith creó la denominada corriente del liberalismo económico, que tanto influiría en los países occidentales.
A excepción del poeta Robert Burns, los artistas escoceses son prácticamente desconocidos fuera de sus fronteras, aunque en la actualidad Hollywood está potenciando la popularidad de actores como Ewan McGregor y Robert Carlyle; y los festivales literarios están solicitando escritores relacionados con el movimiento drugs & grunge, como Irvine Welsh (Trainspotting o Escoria). Quizá el icono más famoso de la cultura tradicional escocesa sea la gaita de las Highlands, que alcanzó su época de esplendor durante el mandato de la reina Victoria, dada la afición de la soberana por el sonido de este instrumento. Los tartanes, otro símbolo escocés, se remontan al período de la dominación romana, pero no se asociaron a los clanes familiares hasta después del siglo XVII. Aunque tras las rebeliones jacobitas se prohibieron las faldas escocesas y otros tipos de indumentaria propios de las Highlands, un siglo más tarde se retomó su uso. El pilar de la cultura tradicional era el ceilidh (la visita), una reunión social que se organizaba después de la jornada laboral y en la que un bardo local cantaba y narraba leyendas e historias folclóricas. En la actualidad aún se celebran ceilidh, aunque las canciones y la bebida han pasado a ser el centro de este festejo en detrimento de las narraciones.
Es muy probable que la religión haya desempeñado un papel más importante en Escocia que en el resto del territorio británico. El cristianismo se introdujo en el siglo IV y, con la reforma, la iglesia de Escocia rechazó la autoridad papal. Más tarde, surgió un cisma entre los protestantes escoceses, y los presbiterianos favorecieron una jerarquía simplificada del cristianismo. Dos terceras partes de los escoceses pertenecen a la iglesia de Escocia, aunque en las Highlands y las islas la iglesia libre de Escocia cuenta con más adeptos. Glasgow acoge una amplia población católica, y algunas islas adoptaron en secreto esta religión después de la reforma. Aunque sin la magnitud que ha alcanzado en Irlanda del Norte, en Glasgow se pueden sentir algunas tensiones sectarias, especialmente en los acontecimientos deportivos (destaca el enfrentamiento entre los Protestant Rangers y los Catholic Celtics).
Hasta los siglos XII y XIII el gaélico se hablaba en todo el territorio escocés y, en las Lowlands, sus habitantes se han comunicado durante siglos mediante el lallans, un dialecto del inglés con influencias francesas y escandinavas. En la actualidad, tan sólo unas sesenta y seis mil personas se expresan en gaélico, principalmente en las Hébridas y en el noroeste de Escocia. Se han realizado grandes esfuerzos para detener su declive; de hecho, aún pueden oírse muchos vocablos gaélicos que han perdurado en el lenguaje cotidiano y que han provocado que el inglés que se habla en Escocia sea prácticamente ininteligible para el extranjero.
Los chefs escoceses tienen a su disposición una gran variedad de ingredientes frescos, como carne, marisco y verduras. Se han forjado una bien merecida fama de preparar los mejores guisos de caza del mundo, como el salmón ahumado, el venado y las aves. Otros platos escoceses legendarios a destacar son las gachas, el shortbread (tortas dulces secas y quebradizas) y el haggis (trocitos de vísceras de animales mezclados con copos de avena y cocidos en una tripa de cordero; también existe su versión vegetariana), y el caldo escocés. El whisky es aún hoy el principal producto de exportación del país.