Sanaa
Segán los yemeníes, Sanaa acogió uno de los primeros asentamientos humanos, fundado por Sem, hijo de Noé. Si se sigue la pista de otras fuentes, la ciudad existe desde al menos el siglo II d.C., y hasta 1962, permanecía ceñida por sus antiguas murallas y rodeada por frondosos campos. En la actualidad, se ha convertido en una localidad desordenada con cerca de un millón de habitantes, pero sus muros se mantienen en pie. Numerosos edificios del casco antiguo fueron construidos hace más de cuatrocientos años, y el área amurallada acoge la medina que mejor se conserva en todo el mundo árabe. Proliferan las fachadas ornamentadas con frisos elaborados y sus hermosas ventanas, con sus delicados calados y cristales de colores. Los minaretes de las mezquitas se elevan sobre los rascacielos, y la urbe se halla repleta de baños turcos, algunos de ellos levantados durante la ocupación otomana de Yemen.
El mercado central, Souq al-Milh, está formado por una colección de unos cuarenta pequeños zocos, cada uno especializado en un producto (verduras, especias, qat, uva, alfarería, prendas de vestir, objetos de madera, cobre o plata). En el zoco de Jambiya se puede contemplar a artesanos realizando complejas armas ceremoniales. El viajero musulmán puede visitar Al-Jami’ al-Kabir, la gran mezquita, ubicada al oeste del zoco de al-Milh y construida hacia el año 630 d.C., cuando Mahoma aán vivía.
El Museo Nacional de la ciudad se halla en la casa de la Buena Suerte, un antiguo palacio real construido en la década de 1930. En sus cinco plantas se exhiben muestras de los reinos antiguos de Yemen (incluido el de Saba), de la historia islámica del país y de su cultura popular moderna. El Museo de Artes y Oficios, situado también en un vetusto palacio, está especializado en utensilios de la vida cotidiana, mientras que el estupendo Museo Militar expone con claridad el relato de las numerosas guerras acaecidas en la región.
No cuesta encontrar alojamientos económicos en la capital; dar con uno en el que apetezca hospedarse resulta algo más complicado. En caso de que se quiera pagar un poco más, es posible residir en uno de los rascacielos transformados. Existe infinidad de pequeños restaurantes diseminados en toda la urbe; la mayor concentración se encuentra en torno a Bab al-Yaman.
Ma’rib
La que fuera capital del antiguo reino de Saba está considerada la atracción arqueológica más hermosa de Yemen. En el siglo VIII a.C. se construyó un dique de 16 m de altura, y durante unos mil años sirvió para irrigar los campos que mantenían a unas cincuenta mil personas. En el siglo II d.C. el reino sabeo se hundió, y a lo largo de los siguientes quinientos años, el dique y los canales de regadío se arruinaron, hecho que convirtió a Ma’rib en una población intrascendente. Cuando se descubrió petróleo en 1986 la urbe se revitalizó, y en la actualidad pasa por ser un enclave animado y bullicioso.
El tiempo no ha sido particularmente respetuoso con los vestigios de Ma’rib, aunque han perdurado verdaderas joyas que merece la pena descubrir. A pesar de la destrucción de una gran parte de la ciudad antigua, se pueden contemplar algunos edificios de barro con sus pequeñas ventanas; ocasionalmente el viajero se topará con arcaicas inscripciones en los sótanos de piedra. En las inmediaciones del centro histórico permanecen los restos de diversos templos notables, como el de Bilqis, construido hacia el año 400 a.C. Si bien prácticamente ha desaparecido, se pueden observar las ruinas del gran dique de Ma’rib, y caminando unos pocos kilómetros río arriba se accede al nuevo dique, de 32 m.
Ma’rib se encuentra a unos 100 km al este de Sanaa; existen dos servicios diarios de autobás desde la capital. Los alojamientos y establecimientos de restauración son muy escasos.
Sahara
Los yemeníes gustan construir sus viviendas en lugares complicados, y Sahara constituye uno de los ejemplos más patentes de este arte. Esta población fortificada se encarama en la cumbre de una montaña de 2.600 m de altitud, prácticamente inaccesible desde la falda. Se utilizó como base de la resistencia a los otomanos durante los siglos XVI y XVII, así como cuartel general de los monárquicos durante la guerra civil de la década de 1960.
Si bien su emplazamiento resulta asombroso, su arquitectura es simple. Los edificios de piedra se elevan hasta cinco pisos, pero la decoración se limita a frisos deteriorados y revoques blancos, que componen claros ejemplos de una forma arquitectónica muy tradicional y arcaica propia de las montañas yemeníes.
En la actualidad, la población se divide en dos, y cada una ocupa una cumbre. Un profundo desfiladero las separa, franqueado por un puente de piedra construido en el siglo XVII, una notable proeza de ingeniería. Sahara cuenta con escasos y caros alojamientos; resulta preferible trasladarse hasta la vecina Hut. La mayoría de visitantes contrata una excursión organizada desde Sanaa hasta Sahara (la mejor manera de desplazarse hasta la población), pero también se puede alquilar un automóvil y recorrer los 163 km con mucha calma, pues el trayecto se alargará una jornada.
Uadi Hadramawt
Hadramawt se erige como el mayor uadi (río estacional) de la península de Arabia; recorre 160 km sobre un lecho de piedras, a lo largo de un valle de unos 300 m de profundidad. Se trata de una de las zonas más fértiles de Yemen, de un verde brillante que contrasta con la desnudez del desierto. Los asentamientos en la región se remontan al menos al siglo III d.C. La ciudad de Sibam, conocida como el Manhattan del desierto, conforma uno de los puntos culminantes del valle. Sus quinientos rascacielos de estilo tradicional se apiñan en medio kilómetro cuadrado, y se elevan de forma abrupta sobre la llanura uniforme del desierto, sin un solo distrito caótico a la vista. Aunque la urbe existe desde hace al menos mil ochocientos años, la mayor parte de los edificios ubicados en el interior de las murallas datan del siglo XVI. Muchos presentan puertas finamente cinceladas con elegantes cerraduras; las ventanas están enrejadas con celosías de talla muy elaborada; y todo construido en madera.
Say’un, la mayor población del valle, alberga algunas de las mezquitas más hermosas del país. El palacio del sultán aparece como uno de los más pomposos de Yemen del Sur: un coloso blanco en forma de torre, edificado en la década de 1930, que presenta ventanas decoradas de un color azul brillante. El edificio posee un museo donde se disponen objetos arqueológicos, exposiciones de artesanía popular y chucherías pertenecientes a los antiguos sultanes. La tienda de recuerdos resulta, igualmente, excelente.
Say’un puede vanagloriarse de poseer las mezquitas más bellas, pero Tarim contabiliza el mayor námero de templos. Esta población, protegida por acantilados de rocas en uno de sus costados y rodeada de palmerales en el otro, constituye un importante centro de enseñanza islámica sunní y acoge (al menos, oficialmente) 365 mezquitas. La más famosa, al-Muhdar, se denomina como un importante maestro religioso. Cuenta con un sólido minarete de 50 m de altura, cuadrangular, construido con ladrillos de barro, y es el más elevado del sur de Arabia, así como el símbolo de Tarim. El viajero que prefiera los atractivos de escasa ostentación, debe visitar la biblioteca al-Ahqaf, con su impresionante colección de manuscritos antiguos y hermosas caligrafías árabes. El uadi se encuentra en la zona oriental de Yemen, a unos 800 km al este de Sanaa. Say’un, en el centro del valle, acoge un aeropuerto al que llegan vuelos procedentes de la capital y Adén. Un viaje en autobás o taxi desde Sanaa puede alargarse dos o tres días.