El origen de la diversidad de lenguas en Bélgica se remonta al tiempo de los francos, que enviaron a los celtas y galos a las regiones del sur del país, mientras que en el norte permanecía una forma de holandés. Actualmente el francés es el idioma del sur. Bruselas es una de las pocas capitales oficialmente bilingües. La mayoría de belgas son católicos, y a pesar de no ser practicantes, las tradiciones religiosas siguen vigentes en el día a día del país.
A los primeros artistas belgas se atribuye la invención de la pintura al óleo, de forma que no debe sorprendernos la cantidad de obras de arte que ha producido el país. El pintor Jan van Eyck empezó fue el pionero en el siglo XV; Pieter Brueghel siguió con sus escenas de la vida campesina en el siglo XVI; y Pieter Paul Rubens predominó en el arte de comienzos del siglo XVII por su uso de la luz durante el Barroco. En Amberes, Rubens abrió un productivo taller de pintores del que salieron magníficas alegorías religiosas como su famoso Cristo en la cruz.
A finales del siglo XX, surgió en Bruselas la sinuosa arquitectura del Art Nouveau de la mano de Henri van de Velde y Victor Horta. Horta se conoce por sus interiores, en los que evita las líneas rectas – los techos se convertían en una prolongación curvada de las paredes. Las cristaleras y el hierro forjado eran muy utilizados para acentuar sus creaciones en forma de golpe de látigo.
Los cómics son otros puntos fuertes de los Belgas y, si bien hay numerosos artistas locales, Hergé, el creador del reportero Tintín es el más conocido.
La comida belga goza de muy buena reputación en toda Europa. Puede definirse como una mezcla de estilos francés y alemán; los ingredientes principales son la carne y el marisco. Los belgas juran haber inventado las frites (patatas fritas), y, a juzgar por su abundancia, pocos se atreverían a discutírselo. Y, aunque no inventaron la cerveza ni el chocolate, bien podrían haberlo hecho.