El arte de Costa de Marfil figura entre los más destacados de la región occidental de África, y cada grupo étnico del país cuenta con una expresión artística bien diferenciada. Especialmente famosas son las tallas de madera de los baulé, los dan (o yacuba) y los senufu. En la artesanía de los dan, la máscara más común representa un rostro humano, ligeramente abstracto pero con rasgos realistas. Otra expresión típica de dicha artesanía la conforman los cucharones de madera para servir el arroz: suelen estar elaborados en forma de dos piernas humanas que les permiten mantenerse de pie. Presentes habitualmente en las ceremonias conmemorativas, las máscaras faciales baulé resultan muy realistas y pretenden representar individuos que pueden identificarse por sus tatuajes en el rostro o por sus peinados. Las máscaras senufu se caracterizan por su gran estilización: la más famosa de ellas es la máscara-casco escupe fuego, una combinación de antílope, jabalí verrugoso y hiena.
Aunque el país cuenta con dos de las catedrales católicas más monumentales del mundo, únicamente un 12% de la población profesa el cristianismo, y en su mayoría se trata de protestantes. Cerca de una cuarta parte de la población es musulmana, y habita principalmente en el Norte. La gran mayoría practica religiones tradicionales basadas en cultos ancestrales. Creen que los muertos se transforman en espíritus y permanecen en contacto constante con los vivos; por medio de distintos rituales, los vivos intentan granjearse su benevolencia y protección. La práctica de la magia también está muy extendida, y la magia blanca ahuyenta a los espíritus malignos. Los curanderos o los sacerdotes juju dispensan amuletos, predicen la suerte y aconsejan sobre cómo evitar los peligros. También bendicen grigris, amuletos colgados al cuello que protegen de maleficios específicos. En concreto, los miembros de la etnia senufu se han mantenido muy fieles a sus creencias tradicionales. Sus descendientes aprenden durante muchos años la historia y las costumbres sociales de su pueblo antes de ser iniciados en secreto.
El cantante de reggae Alpha Blondy, de fama mundial, es el más conocido de Costa de Marfil, aunque su música no sea necesariamente representativa del país. El estilo musical tradicional consta de melodías y ritmos simultáneos, sin que uno domine por encima de los otros. Históricamente, esta música se consideraba patrimonio exclusivo de un grupo social, los griot (artistas de pueblo), que utilizan instrumentos fabricados con materiales autóctonos, como calabazas, pieles y cornamentas de animales. El escritor más conocido y prolífico de Costa de Marfil es Bernard Dadié, cuya obra ha sido traducida a numerosos idiomas. Una de sus primeras novelas, Climbié (1971), es un relato autobiográfico de un viaje a Francia durante su infancia. Aké Loba y Ahmadou Kourouma también destacan en su labor literaria.
En los pueblos y hogares urbanos de estilo africano, los alimentos continentales se consumen con los dedos. El acompañamiento más habitual, el attiéké, se basa en mandioca rallada similar al couscous, y que el visitante podrá degustar en un maquis, restaurante económico al aire libre, con mesas y sillas sobre la arena. Paradigma de la gastronomía nacional, los maquis suelen servir pescado y pollo estofados con cebolla y tomate junto con attiéké, o kedjenou, un plato de pollo con verduras y una salsa más bien suave. El aloco, plátano maduro en aceite de palma, aliñado con cebollas al vapor y chile, es una de las comidas callejeras más sabrosas, y puede consumirse sola o con pescado asado.