Más de la mitad de la población de Mauricio practica la religión hindú, y aproximadamente una quinta parte profesa el islam; ambos grupos descienden de los braceros que llevaron a la isla los británicos para trabajar en los campos de caña de azúcar. Aunque algunos de los residentes chinos y chino-mauricianos también arribaron como braceros, la mayoría se introdujeron como empresarios, y muchos aún controlan la mayor parte del comercio local. El resto de la población se compone principalmente de criollos descendientes de esclavos africanos, y de franco-mauricianos, los colonizadores originales de la isla. Estos últimos, aproximadamente un 2% de la población, conservan el control de muchas de las plantaciones azucareras, aunque muchos emigraron a Suráfrica y Francia tras la independencia.
El inglés es la lengua oficial de la isla, aunque en la cotidianidad su uso se mezcla con el francés, el criollo (conjugación del francés con dialectos africanos) y palabras de lenguas indias. La principal contribución de la isla a las artes interpretativas se fundamenta en la séga criolla, una danza erótica que se baila, por lo general en la playa, arrastrando los pies y contorsionando el cuerpo al ritmo de música pop latinoamericana, caribeña y africana. Las variaciones séga de la música criolla, muy populares en las discotecas locales, resultan ciertamente más entretenidas que los espectáculos culturales adecuadamente coreografiados que se ofrecen en los salones de los hoteles.
La novela más conocida ambientada en Mauricio es, probablemente, Pablo y Virginia, una historia de amor firmada por el autor francés Bernardin de Saint-Pierre, y en la que se hace referencia a toda la isla. Malcom de Chazal, Robert Edward Hart, Edouard Maunick, Loys Masson, junto con el humorista Yvan Lagesse, son algunos famosos autores mauricianos. René Asgarally y Ramesh Ramdoyal se erigen como los escritores contemporáneos en criollo más conocidos. Tanto Joseph Conrad como Mark Twain visitaron la isla y escribieron sobre sus experiencias, y el primer poema de Charles Baudelaire, A une Dame Créole (A una mujer criolla), fue escrito en la localidad mauriciana de Pamplemousses.
Uno de los aspectos más notables de una visita a Mauricio se centra en la magnífica mezcla de distintas gastronomías. Las variedades más comunes conjugan la cocina criolla, la europea, la china y la india, y los platos de pescado suponen la especialidad de la mayoría. Un típico bufé mauriciano puede consistir en biryani árabe, pollo al curry indio, cerdo chino, rosbif criollo y verduras al estilo francés. La mayor parte de los alimentos se sirven con arroz hervido. Entre los platos típicos destacan el rougaille, de origen mediterráneo, con tomates, cebollas, ajo y cualquier tipo de carne o pescado, y el daube, un estofado de pulpo. Las bebidas locales más aceptadas son el lassi, una bebida refrescante a base de yogur y agua helada, y el alouda, una infusión almibarada de agar, leche y aromatizantes que los vendedores ambulantes ofrecen en cualquier rincón. La cerveza y el ron locales destacan por su fuerza, abundancia y su bajo coste; los vinos resultan costosos y, generalmente, se importan de Francia o Suráfrica.