En la época precolombina, Chile estaba habitado por una gran variedad de pueblos, muchos de ellos sometidos políticamente a los incas durante varios siglos. El desierto del Norte estaba poblado por granjeros aimara, que cultivaban maíz y cuidaban sus rebaños de llamas y alpacas. En las zonas costeras surgieron pueblos de pescadores. En el interior montañoso destacaron los indios diaguita y, en el centro y el Sur, los araucanos, cuyos asentamientos pesqueros y agrícolas apenas se vieron afectados por las incursiones incas. En las remotas islas del Sur moraban numerosos grupos de cazadores y pescadores.
Con el tratado de Tordesillas, firmado en 1494 entre españoles y portugueses, el territorio situado al oeste de Brasil pasó a depender de España. Los españoles asignaron la conquista de Chile a Pedro de Valdivia, cuya expedición llegó al fértil valle de Mapocho en 1541. Santiago se fundó en ese mismo año, y las ciudades de La Serena, Valparaíso, Concepción, Valdivia y Villarrica nacieron poco más tarde. El río Biobío marcaba el límite meridional de las incursiones españolas, donde les detenía la resistencia de las feroces tribus mapuches. Valdivia recompensó a los miembros de su expedición con enormes concesiones de tierras, semejantes a grandes feudos dependientes de la metrópoli española. Aunque la minería y las finanzas superaron a la agricultura como pilares de la economía chilena, la estructura social de las haciendas modeló el Chile colonial. La población nativa quedó devastada a causa de la introducción de enfermedades infecciosas, y la población mestiza, descendiente de las uniones entre españoles e indígenas, se empleaba como mano de obra, a veces como arrendatarios, en estas grandes propiedades, muchas de los cuales seguían intactas en la década de 1960.
Hacia la década de 1820, los rudimentarios métodos de recaudación de impuestos, aplicados por una Corona española ya estancada, permitieron el crecimiento de una floreciente identidad panamericana, que desembocó en los movimientos de independencia. Simón Bolívar y José de San Martín condujeron a sus ejércitos de libertadores desde Venezuela hasta Perú, y de Argentina a Chile. Bernardo O’Higgins, hijo de un inmigrante irlandés y antiguo virrey de Perú, se convirtió en el supremo líder de la nueva República chilena, que era sólo una fracción de sus dimensiones actuales, formada por Santiago y Concepción, con fronteras difuminadas con Bolivia y Argentina. Con la llegada del ferrocarril y el triunfo militar sobre Perú y Bolivia en la guerra del Pacífico (1879-1883) se incorporó el desierto de Atacama, muy rico en minerales, y también los territorios templados del Sur. Chile logró muy pronto un grado de estabilidad política y una relativa democracia, que permitió un rápido desarrollo agrícola, y un gran progreso en la minería, la industria y el comercio. La clase trabajadora, cada vez más pobre, y la burguesía enriquecida desafiaron el poder político de la oligarquía terrateniente en una breve, pero sangrienta, guerra civil en la década de 1890.
La primera mitad del siglo XX se caracterizó por una alternancia política entre derechas e izquierdas, sin que ningún gobierno contara con el suficiente apoyo para emprender una reforma a gran escala. El lento desarrollo de las infraestructuras condujo a la pobreza rural y a una urbanización desesperada. En la década de 1960 los democristianos instituyeron exitosas reformas sociales mediante la creación de viviendas y las mejoras en la educación, la salud y los servicios sociales. Estas medidas amenazaban los privilegios de la elite conservadora, e incluso ofendió a la izquierda radical. La política chilena se iba haciendo cada vez más militante, polarizada y basada en las ideologías, cuando la coalición izquierdista de Salvador Allende venció en 1970. El nuevo presidente introdujo arrolladoras reformas económicas, que incluían la nacionalización de muchas empresas privadas y la redistribución integral de rentas. El país se hundió en el caos económico, y Estados Unidos protestó por la expropiación de minas de cobre que controlaban empresas norteamericanas, así como por las relaciones amistosas de Chile con Cuba.
El general Pinochet se adueñó del poder en un sangriento golpe de estado, el 11 de septiembre de 1973, utilizando aviones a reacción para bombardear el palacio presidencial. Allende murió defendiendo el palacio de la Moneda y unas 80.000 personas fueron torturadas y asesinadas. Los rumores de una implicación de la CIA se extendieron, cuando las organizaciones financieras internacionales, que instigadas por Estados Unidos habían suspendido un crédito a Allende, apoyaron financiera y moralmente a los golpistas.
Pinochet, a la cabeza de una junta formada por cuatro personas, disolvió el Congreso, suprimió los partidos de izquierda y eliminó a toda la oposición. Su política económica y monetaria trajo consigo la estabilidad y una relativa prosperidad, pero en un referéndum celebrado en 1988 para confirmarle en la presidencia, los votantes le rechazaron por una diferencia de un 7 por ciento. En las elecciones de 1989, el democristiano Patricio Aylwin venció al candidato pinochetista, Hernán Buchi, y se llevó a cabo una transferencia pacífica del poder. La democracia regresaba a Chile, aunque muchos de los representantes del régimen anterior seguían ostentando una gran influencia.
Cuando llegó al poder, Eduardo Frei acometió el desafío de reconciliar a los chilenos con su difícil pasado, acelerando los juicios por violaciones a los derechos humanos e investigando el destino de los dos mil desaparecidos. La resistencia del brazo político del ejército entorpeció severamente sus esfuerzos. Asimismo, Frei intentó quitar los privilegios a ocho senadores designados por Pinochet, que no estaban sujetos al voto popular. En cualquier caso, las reformas económicas de Frei contribuyeron a aliviar la pobreza.
El último presidente elegido en Chile, Ricardo Lagos, anterior ministro de obras públicas de Frei, es el primer socialista que ocupa este cargo desde Allende. Derrotó a su contrincante, Joaquín Lavin, por un estrecho margen.
Pinochet fue detenido en Londres en 1999 por requerimiento del juez español Baltasar Garzón, encausado como encubridor por los 75 crímenes cometidos en la caravana de la muerte en 1973. Pero en febrero de 2000 se dictaminó que Pinochet estaba demasiado enfermo para soportar el juicio y a principios de marzo regresó a Chile para ser procesado. Su juicio fue temporalmente suspendido por demencia senil. Los chilenos tratan de vencer su oscuro pasado con las continuas investigaciones sobre las desapariciones que tuvieron lugar durante el régimen de Pinochet y con un proceso judicial reclamado a la corte norteamericana en el que se acusa a Kissinger y a otros altos cargos militares de complicidad en los hechos relacionados con el derrocamiento de Allende. En enero de 2005, se reabre el proceso contra Pinochet y se desvelan más de cien cuentas bancarias que poseía en EE UU, además de más de 10 identidades falsas.
En enero de 2006, la primera mujer en la historia chilena accede a la presidencia. Michele Bachelet, médica e hija de un militar leal a Allende que fue torturado y asesinado, gobernó con su partido de izquierdas desde el mismo año en que murió Augusto Pinochet hasta 2010. Su gobierno se ha caracterizado por un alto índice de popularidad y también por los resultados positivos alcanzados en el terreno económico.
El año 2010 pasará a la historia de Chile por dos acontecimientos importantes: un violento terremoto sacudió al país, y el candidato de una coalición de la derecha, Sebastián Piñera, llegó al poder.