Conoce la historia de Costa de Marfil

Poco se sabe de Costa de Marfil antes de la arribada de los barcos europeos en la década de 1460. Los principales grupos étnicos llegaron al país procedentes de zonas vecinas en fechas relativamente recientes: los kru migraron desde Liberia hacia el año 1600; los senufu y lubi se desplazaron al Sur desde Burkina Faso y Mali. Y hasta los siglos XVIII y XIX no llegaron los akan, que incluyen el grupo étnico de los baulé y procedían de Ghana, hasta la zona oriental del país; y los malinké, de procedencia guineana, que se asentaron en el noroeste de Costa de Marfil. Al contrario que su vecina Ghana, Costa de Marfil no sufrió en exceso la trata de esclavos. Los barcos europeos que transportaban mercancías y esclavos preferían otros enclaves a lo largo de la costa con mejores puertos naturales. Francia se interesó por el país en 1840, manipulando a los líderes locales para garantizar el monopolio del comercio costero a los mercaderes franceses. Posteriormente, los galos construyeron bases navales para ahuyentar a los comerciantes extranjeros e iniciaron una conquista sistemática de las tierras del interior, que sólo culminó tras una larga guerra en la década de 1890 contra fuerzas mandinka, procedentes en su mayoría de Gambia. Los baulé y otros grupos étnicos del este de la nación siguieron librando una guerra de guerrillas hasta 1917.

Francia contaba con un objetivo primordial: estimular la producción de materias primas para la exportación. Pronto se sembraron plantaciones de café, cacao y aceite de palma a lo largo de la costa. Costa de Marfil se distinguió por ser el único país del oeste de África con una población considerable de colonos extranjeros; en el resto, los franceses e ingleses residentes trabajaban en la burocracia. En consecuencia, una tercera parte de las plantaciones de cacao, café y bananos estaba en manos de ciudadanos franceses, y un sistema de trabajos forzados se convirtió en la columna vertebral de la economía del país.

Félix Houphouët-Boigny, hijo de un jefe baulé, sería el instigador de la independencia de Costa de Marfil. Houphouët-Boigny estudió medicina antes de convertirse en un próspero cultivador de cacao y jefe local. En 1944 inició su carrera política y formó el primer sindicato agrícola de la nación, una organización que únicamente defendía los intereses de los hacendados africanos, no de los campesinos. Molestos por la política colonial, que beneficiaba a los propietarios franceses, se unieron para reclutar trabajadores inmigrantes para sus propias fincas. Houphouët-Boigny pronto se convirtió en un destacado personaje, y al cabo de un año resultó elegido para el parlamento francés en París. Un año más tarde, los franceses abolieron los trabajos forzados. Con el tiempo, Houphouët-Boigny, ávido de poder y dinero, trató de congraciarse con el país galo, abandonando gradualmente la postura más radical de su juventud. Francia le correspondió y se convirtió en el primer africano en ocupar un cargo ministerial en un gobierno europeo.

Cuando consiguió la independencia en 1960, Costa de Marfil se situaba como la colonia francesa más próspera de África Occidental, aportando más del 40% de las exportaciones totales de la región. Cuando Houphouët-Boigny se convirtió en el primer presidente del país, su gobierno concedió altos precios a los agricultores para estimular todavía más el rendimiento de sus artículos comerciales. La producción del café aumentó considerablemente, convirtiéndose en el tercer productor del mundo, después de Brasil y Colombia; lo mismo sucedió con el cacao: en 1979, el país era el primer productor del mundo. También se convirtió en la primera nación africana exportadora de piñas y aceite de palma. Entre bastidores, el programa de desarrollo, a menudo denominado milagro marfileño, había sido planificado por técnicos franceses. En el resto de África, los procesos independentistas comportaban la expulsión de los europeos; en Costa de Marfil, en cambio, acudían en masa. La comunidad francesa creció de diez a cincuenta mil miembros, la mayoría de ellos maestros y asesores. Durante 20 años, la economía mantuvo una tasa de crecimiento anual de casi un 10%, la más alta entre los países africanos no exportadores de petróleo.

Políticamente, Houphouët-Boigny dirigió Costa de Marfil con mano de acero. No había libertad de prensa, y sólo se toleraba un partido político. Houphoët-Boigny fue también el mayor productor africano de espectáculos. Se gastaron millones de dólares para transformar su pueblo, Yamussukro, en la nueva capital. A principios de la década de 1980 la recesión mundial y una sequía local afectaron seriamente la economía nacional. Por ende, la tala abusiva propiciada por la industria maderera y el colapso de los precios del azúcar triplicó la deuda exterior del país. El aumento de la criminalidad en Abidjan llegó a los medios de comunicación europeos. El milagro había finalizado.

En 1990 centenares de funcionarios iniciaron una huelga, apoyada por los estudiantes, cuyas violentas protestas callejeras señalaban como culpables de la crisis económica a la corrupción y el tren de vida de los altos cargos del gobierno. La agitación social alcanzó cotas de una intensidad sin precedentes, debilitando la imagen de Houphouët-Boigny y obligando al gobierno a aceptar la democracia pluripartidista. Las elecciones presidenciales de 1990 fueron las primeras que contaron con la participación de otros partidos políticos, y en consecuencia Houphouët-Boigny sólo obtuvo un 85% de los votos, en lugar del consabido 99,9%. Pero el presidente falleció en 1993. Su sucesor, Henri Konan-Bédié, era miembro de la etnia baulé y presidente de la Asamblea Nacional.

En octubre de 1995, Bédié fue reelegido por abrumadora mayoría ante una oposición desorganizada y dividida. El presidente aumentó su control sobre la vida política, y encarceló a centenares de opositores. El panorama económico, en cambio, pareció mejorar, con una inflación decreciente y un intento de acabar con la deuda externa.

Pero el carácter imprevisible y volátil de África volvió a ponerse de manifiesto a finales de 1999. Un grupo de generales descontentos organizó un golpe de estado y el presidente Bédié se exilió en Francia. Dirigidos por el general Robert Guéi, los militares fundaron el COSUR (Comité Supervisor para la Organización del Referendum). El golpe conllevó una disminución de la criminalidad y la corrupción, y los generales abogaron por la austeridad y promovieron una campaña pública a favor de una sociedad menos derrochadora.

En octubre de 2000 se celebraron unas elecciones en las que Laurent Gbagbo disputaba la presidencia a Robert Guéi, pero no resultaron pacíficas ni democráticas. Guéi trató de amañar los comicios en su favor, provocando un alzamiento popular, alrededor de ciento ochenta víctimas mortales y la rápida ascensión de Gbagbo al poder. Alegando que se trataba de un ciudadano de Burkina Faso, y por lo tanto inhábil para ocupar la presidencia, el Tribunal Supremo impidió al líder de la oposición musulmana, Alassane Ouattara la participación en las elecciones. También se le cerraron las puertas en las elecciones legislativas del 12 de diciembre, con el consiguiente estallido de protestas violentas en las que sus partidarios, principalmente del norte musulmán del país, se enfrentaron a la policía antidisturbios en la capital, Yamussukro. La sangrienta violencia preelectoral ha puesto en evidencia que las tensiones étnicas y políticas en Costa de Marfil no se resolverán fácilmente.

Entre reiteradas acusaciones de intento golpista por parte del partido liberal Unión de Republicanos, de Ouattara, Gbagbo ha asumido la presidencia tras las recientes elecciones; la Unión de Republicanos ha boicoteado el resultado. En un ambiente de creciente hostilidad hacia los residentes extranjeros, la situación es cuanto menos insegura.

El 19 de septiembre de 2002, las tropas del norte se amotinaron y se hicieron con el control de gran parte del país. El antiguo presidente Guéi fue asesinado al principio de la contienda. El temprano alto al fuego con los rebeldes, plenamente respaldado por la población del norte, en su mayoría musulmana, duró poco y en seguida se reanudó la lucha por las principales zonas productoras de cocos. Francia envió tropas para mantener los límites del alto al fuego, y las milicias, que incluían a los señores de la guerra y luchadores de Liberia y Sierra Leona, aprovecharon la crisis para apoderarse de partes del oeste.

En enero de 2003, el presidente Gbagbo y los líderes rebeldes firmaron acuerdos para la creación de un ‘gobierno de la unidad nacional’. Se levantó el toque de queda y las tropas francesas limpiaron la anárquica frontera occidental del país. Pero los problemas centrales permanecieron, y ninguna parte logró sus objetivos.

Desde entonces, el gobierno de la unidad ha demostrado ser muy inestable. En marzo de 2004, 120 personas fueron asesinadas en una marcha de la oposición. Después se supo que los asesinatos fueron premeditados. Aunque se enviaron contingentes pacificadores de la ONU, las relaciones entre Gbagbo y la oposición siguieron deteriorándose.