Su historia precolombina se encuentra envuelta en misterio; escasean los monumentos arqueológicos y las pruebas de que emplearan una lengua escrita. La población aborigen no era suficientemente numerosa ni estaba organizada para resistir a los españoles, y sus poblaciones disminuyeron con rapidez debido a su debilidad ante las enfermedades europeas. Por ello, la influencia española se deja sentir con más fuerza aquí que en cualquier otro país de América Central. Entre los contados ejemplos que se conservan de la cultura indígena, figuran la fabulosa colección de jade expuesta en el Museo de Jade de San José y el destacado yacimiento arqueológico de Guayabo, que progresivamente está sacando a la luz la existencia de calles, acueductos y calzadas. Esto sugiere que la cultura dominante justo antes de la invasión española se asemejaba mucho más de lo que se creía a la de los incas y mayas de Perú y México, respectivamente.
Costa Rica fue bautizada así por el propio Cristóbal Colón que, en 1502, permaneció allí 17 días y quedó impresionado por los adornos de oro que lucían sus habitantes. La colonización no fue inmediata y los españoles aguardaron hasta 1560 para adentrarse en la jungla. Los españoles erigieron el primer asentamiento, Cartago, en las fértiles tierras altas del centro, apartándose así de la práctica habitual de establecerse en las zonas costeras, debido a que el litoral tropical era más proclive a las enfermedades. Este asentamiento también se diferenciaba del patrón de colonización habitual por la escasa presencia de indígenas, lo que justifica una cultura mestiza gestada por matrimonios mixtos.
El sueño de acumular tesoros de oro no se plasmó en la realidad, y durante muchos años Costa Rica quedó en el olvido. En el siglo XVIII, nacieron localidades como Heredia, San José y Alajuela. En 1723, gran parte de Cartago fue destruida por la erupción del volcán Irazú, pero sus laboriosos supervivientes la reconstruyeron. La introducción del café en 1808 trajo consigo un desarrollo adicional, y en 1821, con la llegada de la independencia, el país recibió un nuevo impulso. El café aportó riqueza, una estructura clasista y una visión más abierta al exterior. En 1856 un extraño cúmulo de circunstancias provocó uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la nación y sirvió para unir al pueblo. Durante el mandato del presidente Juan Rafael Mora, antiguo plantador de café, un período recordado por el crecimiento económico y cultural del país, Costa Rica fue invadida por el militar y aventurero estadounidense William Walker y su ejército de esclavos nicaragüenses. Mora organizó un ejército de nueve mil civiles que, contra todo pronóstico, expulsó a Walker.
Durante el siglo XIX, surgieron las luchas de poder entre miembros de la elite de plantadores de café y se celebraron las primeras elecciones democráticas. Desde entonces, la democracia ha sido el sello de la política costarricense, que ha vivido escasos períodos de despotismo. Sin embargo, ya en el siglo XX, la guerra civil estalló en los años cuarenta, cuando el ex presidente Calderón, cuya política de orientación obrera y social-cristiana le enfrentó con los conservadores y los adinerados, y su sucesor, Picado, se unieron contra el vencedor de las elecciones, Ulate, cuya victoria electoral no fue reconocida por el gobierno de Picado, y José, Don Pepe, Figueres. Tras varias semanas de combates, Figueres se alzó con la victoria, formó un gobierno interino y entregó la presidencia a Ulate. Desde este breve conflicto, la política costarricense ha estado dominada por el Partido de Liberación Nacional, fundado por Figueres en 1949.
La Constitución de 1949 concedió finalmente el derecho de voto a las mujeres y a los negros y, en medio de una gran polémica, desmanteló las Fuerzas Armadas de la nación, proporcionando a Costa Rica el título de único país sin ejército. El presidente Oscar Arias recibió el premio Nobel de la Paz en 1987 por sus intentos de extender el ejemplo de Costa Rica al resto de América Central. En los últimos tiempos, la tranquilidad se ha visto alterada por acontecimientos de distinta naturaleza. En julio de 1996, el huracán César provocó varias decenas de muertos, y una vasta zona del sur del país quedó incomunicada. La carretera panamericana permaneció clausurada durante dos meses; se calcula que los daños sumaron alrededor de cien millones de dólares. En noviembre de 1998, el huracán Mitch ocasionó serios destrozos en Costa Rica, pero la mayor incidencia la sufrieron los países del Norte, en especial, Honduras, Nicaragua y El Salvador.
En 2006, Arias volvió a ocupar el cargo de presidente, ganando las elecciones por un magro margen del 1,2%, y ratificando posteriormente el polémico Tratado de Libre Comercio entre EE UU y América Central (Cafta).
En febrero de 2010 Costa Rica celebró elecciones presidenciales libres, y la vencedora fue Laura Chinchilla, antigua vicepresidenta de Oscar Arias. Chinchilla hizo campaña a favor de plataformas económicas similares a las de su mentor político, es decir, el fomento del libre comercio y un mayor acceso a los mercados de EE UU. Sus detractores arguyen que estos objetivos no protegen a los pequeños agricultores e industrias locales, que pasan muchos apuros para competir con la reciente avalancha de productos estadounidenses baratos.
A diferencia de Arias, Chinchilla es una acérrima conservadora en temas sociales, y se opone al aborto, el matrimonio homosexual y la píldora del día después. Desviándose de lo que propugnaba su antecesor, ha prometido luchar contra el proyecto de ley que despojaría a Costa Rica de su designación oficial como Estado católico a favor de un Estado laico.
Costa Rica probablemente seguirá reinando como pionera global del desarrollo sostenible, ofreciendo un modelo en el que los intereses económicos y medioambientales sean complementarios, aunque no sin cierta controversia.