La historia egipcia está intrínsecamente ligada al Nilo, corazón de la vida económica, social, política y religiosa desde que se produjo el primer asentamiento en la zona. Bajo el dominio de Menes, hace aproximadamente cinco mil años, se unificaron los estados independientes ubicados en las orillas del río, dando lugar a la primera dinastía monárquica estable.
Los faraones eran considerados divinidades y gobernaban una sociedad estratificada. En torno al año 2600 a.C., se construyó la primera pirámide y, durante los siguientes quinientos años, las técnicas constructivas fueron ganando en magnificencia. A lo largo de la IV dinastía, el poder faraónico alcanzó su máximo esplendor, cuando Keops, Kefrén y Micerinos mandaron erigir las pirámides de Gizeh. Posteriormente, durante las dinastías VI y VII, su poder se fue diluyendo y se originó una auténtica revolución social. Aparecieron pequeños principados, hecho que provocó el surgimiento de dos centros de poder desde los que se gobernaba simultáneamente: Heracleópolis (cerca de la actual Beni Suef), en el Egipto Medio, y Tebas (la actual Luxor), en el Alto Egipto.
No fue hasta la llegada del faraón Metuhotep II cuando se reunificaron las dos tierras del Alto y Medio Egipto. Durante el período comprendido entre los años 1550 y 1069 a.C., el imperio Nuevo prosperó bajo el mandato de faraones como Tutmosis I (el primer soberano enterrado en el valle de los Reyes), su hija Hatshepsut, una de las pocas mujeres que gobernaron, y Tutmosis III, que extendió el imperio hacia Asia occidental.
Amenofis IV rechazó la tradición religiosa y tomó el nombre de Akenatón en honor a Atón, el disco del sol naciente. Él y su esposa Nefertiti crearon una nueva capital llamada Tell el-Amaina, dedicada exclusivamente al nuevo dios. El yerno de Akenatón, Tutankamón, gobernó Egipto durante nueve años y murió siendo todavía un adolescente. A partir de entonces, una sucesión de generales, Ramsés I, II y III y Seti I, accedieron al poder y se inmortalizaron en monumentos y templos gigantescos. El imperio inició un nuevo período cuando el conquistador griego Alejandro Magno estableció una nueva capital y dinastía tras su llegada en el año 332 a.C.
Bajo el dominio de Tolomeo I, Alejandría se convirtió en una gran ciudad. Durante los trescientos años de dominación griega, se vivieron muchas rivalidades entre la clase noble, que derivó en multitud de exiliados y de asesinatos. Mientras tanto, una Roma en expansión empezó a interesarse por Egipto, y así se fue preparando el escenario para una de las historias folletinescas más antiguas y celebradas del mundo. El trágico final de sus protagonistas, Marco Antonio y Cleopatra, favoreció la anexión de Egipto al Imperio Romano.
Cuando se produjo la caída del Imperio, durante los siglos III y IV, el país del Nilo fue invadido por nubios, norteafricanos y persas. A pesar de estas incursiones, el imperio Bizantino heredó el poder de Roma y se mantuvo relativamente afianzado hasta la llegada los árabes, en el año 640 d.C. Éstos introdujeron el Islam y fundaron en Fustat (emplazamiento de la actual ciudad de El Cairo) la sede de un gobierno inestable. Los últimos en invadir Egipto fueron los fatimíes, que construyeron la ciudad de Al-Qahira (El Cairo); su dominio representó una época de prosperidad del país y de su capital.
Los cristianos de Europa occidental arrebataron al imperio fatimí gran parte de su territorio durante las cruzadas del siglo XI. Sin embargo, en el año 1187, los seljuks sirios enviaron un ejército, fortificaron El Cairo bajo las órdenes de Salá ad-Din y expulsaron a los cruzados de Jerusalén. Salá ad-Din alistó en sus filas a mamluks (mercenarios turcos), que acabaron derrocando su dinastía y dominaron Egipto durante dos siglos y medio. En 1517, el país cayó en manos de los turcos y debido a que la mayoría de los mamluks compartía estos orígenes, los sultanes otomanos de Constantinopla dejaron, en gran parte, el gobierno egipcio en sus manos y se limitaron a recaudar impuestos. Esta situación se mantuvo hasta que Napoleón ocupó el país en el año 1798. El emperador francés fue expulsado por los británicos en 1801, que a su vez lo fueron por Mohamed Alí, un teniente del contingente albanés del ejército otomano. En 1869, Said Pasha, nieto de Alí, inauguró el Canal de Suez.
La paralización de la deuda nacional permitió que británicos y franceses se instalaran en Egipto en 1897; de ese modo, los primeros pusieron fin a la soberanía que ejercía Turquía sobre el país. Durante la Primera Guerra Mundial, Egipto luchó con los aliados y, poco después, los británicos permitieron la formación de un partido político nacional, el Wafd. El rey Fuad I fue elegido representante de la monarquía constitucional y, durante los treinta años siguientes, británicos, monárquicos y militantes del Wafd compitieron por hacerse con el poder. Tras la Segunda Guerra Mundial, siete países árabes, fundaron la Liga Árabe. Sin embargo, en Egipto la guerra había dejado al país sumido en la ruina; además, su derrota en la guerra de 1948 contra Israel hizo que el caos fuera aún mayor. En 1952, un grupo de oficiales disidentes, dirigidos por el coronel Gamal Abdel Nasser, llevaron a cabo un golpe de estado incruento. Ni los británicos ni los franceses asumieron la posibilidad de perder el control del país, así que lo invadieron. Estados Unidos y la Unión Soviética se unieron a los cascos azules que Naciones Unidas había desplegado en la zona e insistieron en que la invasión tenía que finalizar. Nasser consiguió la independencia y se convirtió en un héroe nacional, aclamado en todo el mundo árabe.
A finales de la década de 1950, Nasser realizó un intento de unificación entre Egipto, Siria, Yemen y, más tarde, Irak, haciendo hincapié en la unidad árabe y excluyendo a Israel. Tras meses de crecientes tensiones entre Egipto e Israel, el estado judío terminó por lanzar un ataque contra el país egipcio el 5 de junio de 1967; se inició así la Guerra de los Seis Días, en la que Israel destruyó las fuerzas aéreas egipcias, conquistó la península del Sinaí y cerró el Canal de Suez.
Anwar el-Sadat, vicepresidente del gobierno de Nasser, le sucedió en su cargo a la muerte de éste, en 1970, e inició mejoras en las relaciones con Occidente. El 6 de octubre de 1973 Sadat lanzó un ataque sorpresa sobre la zona de la península del Sinaí, ocupada por los israelíes; aunque finalmente perdió la guerra, aseguró la integridad de la costa este del Canal de Suez durante las negociaciones del alto el fuego. En 1977, Sadat comenzó las negociaciones de paz con Israel, que culminaron dos años más tarde con los acuerdos de Camp David. Israel accedió a retirarse del Sinaí, y Egipto reconoció oficialmente su existencia. Muchos miembros del mundo árabe se sintieron traicionados por Sadat, que acabó siendo asesinado el 6 de octubre de 1981.
Hosni Mubárak, vicepresidente de Sadat, juró el cargo y ha sido desde entonces el dirigente del país. Mubárak ha sorprendido a muchos con sus hábiles estrategias políticas en la problemática región, y ha mejorado las relaciones con Israel y con otros países árabes. El resurgimiento del integrismo religioso en el mundo árabe, ha supuesto múltiples dificultades para Mubárak, quien ha sufrido numerosos atentados contra su vida. Durante la Guerra del Golfo, envió 35.000 soldados a luchar contra Irak; aunque la guerra fue considerada un ejemplo del imperialismo occidental en el mundo árabe, el compromiso de Egipto tuvo como resultado la mejora de sus relaciones con Occidente.
En 1992, los fundamentalistas islámicos iniciaron una campaña de violencia e intimidación contra los turistas y las fuerzas de seguridad egipcias. Los años centrales de la década de 1990 se caracterizaron por las tensiones con Sudán a causa de la zona de Halaib. En 1994, se produjeron graves inundaciones que, sumadas a los persistentes conflictos protagonizados por los integristas, culminaron en el intento de asesinato del presidente Mubárak en el año 1995. En 1997, la matanza de más de setenta personas -la mayoría turistas- a manos de fundamentalistas islámicos, conmocionó a la opinión pública egipcia y provocó que miles de personas de todo el mundo se replantearan su destino de vacaciones. Por el momento, Egipto se mantiene relativamente estable, con una baja tasa de desempleo, índices crecientes de alfabetización y un incremento de la privatización en su economía.
En 1999 el presidente Hosni Mubarak ganó por cuarta vez las elecciones. Continúa con su política pro-occidental, a pesar de las presiones de algunos grupos fundamentalistas. A finales del 2000 firmó un acuerdo de un billón de dólares para construir un gasoducto y abastecer de gas a Siria y Líbano.