La península Ibérica, encrucijada entre Europa y África, siempre ha sido blanco de las civilizaciones invasoras. Los romanos llegaron en el siglo III a.C., pero tardaron dos siglos en dominarla. Las leyes, las costumbres y la lengua romanas se fueron implantando lentamente. En el año 409 d.C., un enorme contingente de tribus germánicas invadió la Hispania romana y, hacia el 419, se estableció un reino visigodo, que se mantuvo hasta el 711, momento en el que los musulmanes cruzaron el estrecho de Gibraltar y derrotaron a Rodrigo, el último rey godo.
En el año 714, los ejércitos musulmanes habían conquistado toda la península, a excepción de las regiones montañosas del norte. La ocupación de la zona sur de España, denominada por los locales Al-Andalus, se prolongó más de ochocientos años. Durante este período, prosperaron las artes y las ciencias, se introdujeron nuevas técnicas agrícolas y nuevos cultivos, y se construyeron palacios, mezquitas, escuelas, jardines y baños públicos. En el 722, el rey visigodo Pelayo y su pequeño ejército derrotaron por primera vez a los musulmanes en Covadonga, al norte. Simbólicamente, esta batalla significó el comienzo de la Reconquista, que supuso la recuperación por parte de los cristianos de los territorios españoles ocupados por los musulmanes.
A finales del siglo XIII, Castilla y Aragón constituían los dos principales poderes cristianos de España, y en 1469 se unieron mediante el matrimonio de Isabel, princesa de Castilla, con Fernando, heredero del trono de Aragón. Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, unificaron España y establecieron los cimientos para la llegada de la Edad de Oro. En 1478, pusieron en marcha la despiadada Inquisición, expulsando y ejecutando a miles de judíos y musulmanes. En 1482, sitiaron Granada y, diez años más tarde, en 1492, el último rey musulmán se rindió, marcando así el esperado final de la Reconquista.
La llegada de Colón a las Américas significó el comienzo de la creación de un gran imperio español en el Nuevo Mundo, y se originó el envío continuado de cofres repletos de oro y plata desde México y Perú a la península. España monopolizó el comercio con los nuevos dominios y se convirtió en una de las naciones más poderosas del globo. Sin embargo, este proteccionismo entorpeció el desarrollo de las colonias y dio lugar a una serie de costosas guerras contra Inglaterra, Francia y Holanda.
Después de la muerte en la guillotina de Luis XVI en 1793, España declaró la guerra a la nueva República francesa, pero fue derrotada. En 1808, las tropas napoleónicas penetraron en la península y, paralelamente, la corona española comenzó a perder el control de las colonias. Un levantamiento en Madrid provocó que el pueblo español se uniera contra los franceses y lucharan durante cinco años por su independencia. En 1813, expulsaron definitivamente a las fuerzas francesas y, el año siguiente, Fernando VII accedió al trono. Los veinte años que duró su reinado empañaron la imagen de la monarquía; durante este período, se restableció la Inquisición, se persiguió a los liberales y a los defensores de la constitución, se suprimió la libertad de expresión, se perdieron las colonias americanas y la economía española sufrió una gran recesión.
La calamitosa guerra de Cuba de 1898 marcó el final del Imperio. Estados Unidos venció a España en una serie de desiguales batallas navales que dieron como resultado la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Guam y las islas Filipinas, las últimas posesiones españolas en ultramar. Los problemas españoles se mantuvieron en su entrada en el siglo XX. En 1923, con el país al borde de una guerra civil, Miguel Primo de Rivera estableció una dictadura militar y gobernó el país hasta 1930. Un año más tarde, Alfonso XIII abandonó España tras la victoria de las izquierdas en las elecciones de 1931 y se proclamó la Segunda República, que cayó al poco tiempo víctima de conflictos internos. Las elecciones de 1936 dividieron al país; por un lado, el gobierno republicano y sus simpatizantes (una delicada alianza entre comunistas, socialistas y anarquistas, todos ellos a favor de una sociedad más equitativa y de un papel menos importante de la Iglesia) y, por el otro, la oposición nacional (una unión de derechas entre el ejército, el clero, la monarquía y el partido falangista, de inclinaciones fascistas).
En julio de 1936, el asesinato del líder de la oposición, José Calvo Sotelo, a manos de la policía republicana fue el detonante que animó a los militares a derrocar el gobierno. Durante la posterior Guerra Civil (1936-1939), los nacionales recibieron una generosa ayuda militar y económica de la Alemania nazi y de la Italia fascista, mientras que el gobierno republicano sólo obtuvo el apoyo de Rusia y, en menor medida, de las Brigadas Internacionales, formadas por idealistas extranjeros. A pesar de la amenaza fascista, Inglaterra y Francia se negaron a ayudar a los republicanos.
Hacia 1939, los nacionales, capitaneados por Francisco Franco, consiguieron la victoria. Más de 350.000 españoles murieron en la contienda, pero aún tenían que perpetrarse más derramamientos de sangre. Después de la guerra, murieron y fueron ejecutados unos 100.000 republicanos en prisión. Los treinta y cinco años de dictadura franquista tuvieron como consecuencia el bloqueo económico, su exclusión de la OTAN y de la ONU y su parálisis a causa de la recesión económica. En los primeros años cincuenta, el auge del turismo y un tratado con Estados Unidos proporcionaron los fondos que tanto se necesitaban y facilitó la recuperación de su riqueza pública. En la década de 1970, España había conseguido el crecimiento económico más rápido en Europa.
Antes de su muerte, en 1975, Franco nombró como sucesor a Juan Carlos, nieto de Alfonso XIII. Con Juan Carlos I en el trono, España asumió la transición de la dictadura a la democracia. En 1977, se celebraron las primeras elecciones generales; un año más tarde se redactó una nueva constitución y, en 1981, un infructuoso golpe militar quiso detener el reloj de la democracia española. En 1982, España rompió con el pasado al elegir un gobierno socialista por una mayoría considerable. La única tacha importante, desde entonces, ha sido la campaña de terror librada por el grupo separatista ETA, que lucha por conseguir un País Vasco independiente. En los treinta años que la banda terrorista lleva en activo, ha asesinado a más de ochocientas personas.
En 1986, España ingresó en la CEE (la actual UE). En 1992, volvió al escenario mundial con la organización de los Juegos Olímpicos de Barcelona y de la Exposición Universal en Sevilla, además de haber sido Madrid la ciudad designada Capital Europea de la Cultura. En 1996, accedió al poder el partido popular (PP), el partido conservador que lideró José María Aznar durante 8 años. Aunque poco carismático, su éxito se atribuyó al buen estado de la economía española, que creció un 4% durante su mandato. Sin embargo, gran parte de la sociedad española y la opinión pública le dió la espalda cuando decidió apoyar la guerra contra Irak.
El 11 de marzo de 2004, a pocos días de las elecciones generales, una serie de atentados cometidos por Al-Quaeda en el transporte público de Madrid, se cobraron la vida de casi 200 personas.
El 14 de marzo, José Luis Rodríguez Zapatero, líder del Partido Socialista (PSOE) gana unas polémicas elecciones teñidas por el dolor.
En 2005, España se convierte en el cuarto país del mundo en legalizar los matrimonios entre personas homosexuales.