Desde un punto de vista histórico, Siria comprendía Jordania, Israel, y Líbano, así como la zona que en la actualidad se conoce como Siria. El país estaba situado en un emplazamiento estratégico de primer orden y sus ciudades costeras se convirtieron en importantes centros comerciales fenicios. Tiempo después, Siria llegó a erigirse como uno de los puntales de los imperios Romano, Persa, Egipcio y Babilónico. Acabó formando parte de la Turquía otomana y, junto con Líbano, pasó a control francés cuando el Imperio Turco se fragmentó tras la I Guerra Mundial. A los sirios no les satisfizo esta solución (desde 1918-1920, habían constituido una nación independiente) y organizaron un levantamiento en 1925-1926, que desencadenó el bombardeo de Damasco por parte de Francia.
En 1932, se celebraron las primeras elecciones parlamentarias en Siria y los candidatos, a pesar de que habían sido seleccionados por los franceses, se negaron a aceptar la constitución que proponían los galos. En 1939, Francia cedió a Turquía la provincia siria de Alexandretta, hecho que alimentó más si cabe la animadversión hacia los caciques imperialistas. En 1941, los franceses prometieron la completa independencia a Siria, pero el país no la consiguió realmente hasta 1946.
El gobierno civil tuvo una duración efímera: en 1954, tras varios golpes de estado militares, el sector Ba’at del ejército asumió el control del país. El 1940, un profesor cristiano había fundado el Partido Ba’at, y se entregó a una modalidad de panarabismo que llevaría a Siria a perder su soberanía. El país se federó a Egipto en 1958, bajo la denominación de República Árabe Unida. Sin embargo, la federación no gozó de apoyo popular y Siria se vio sacudida por una serie de levantamientos militares; el perpetrado el 28 de septiembre de 1961 produjo la secesión de Siria, que volvió a ser un estado independiente. En 1966, el Partido Ba’at recuperó el poder, pero el festejo se truncó a raíz del estallido de la Guerra de los Seis Días contra Israel en 1967 y el incidente con los miembros del grupo Septiembre Negro en 1970. Entonces, el ministro de Defensa, el general Hafiz al-Asad, decidió pasar a la acción y se hizo con el poder. Desde 1971, Asad se mantuvo en la presidencia combinando la represión despiadada con la astucia. Empleó su cargo para situar a Siria en una posición de poder negociando los términos de paz en Oriente Próximo. En 1999, obtuvo su quinta victoria consecutiva y se aseguro siete años más de mandato con un previsible 99,9% de votos a su favor en los comicios. Aunque la caída de los precios del petróleo provocó nerviosismo en toda la zona, la astuta explotación que practicó Asad sobre la guerra del Golfo a principios de la década de 1990 conllevó mejoras en la economía siria. Durante este conflicto armado, Siria formó parte de la coalición aliada contra Irak y trató de granjearse las simpatías de Estados Unidos, en un esfuerzo por salir de la lista de países que Washington considera promotores del terrorismo internacional.
En 1997, Siria fue borrada de la lista de estados traficantes de drogas, al tiempo que Asad se esforzaba por estrechar los vínculos con la joven Unión Europea, Turquía y Estados Unidos. Los intentos por diversificar la economía, muy dependiente del petróleo, sobre todo con inversiones en producción agrícola, han obtenido resultados desiguales. A principios de 2000, los funcionarios del Departamento de Estado norteamericano sopesaron eliminar a Siria de la lista de terrorismo y admitieron, incluso también lo admitió el servicio de inteligencia norteamericano, que el país no había patrocinado ningún acto terrorista desde 1986. En el mejor de los casos, es probable que la caótica retirada del sur de Líbano por parte de las tropas israelíes en mayo de 2000, atacadas por el grupo fundamentalista islámico Hezbolá (supuestamente respaldado por Siria), retrasara cualquier tipo de conversación. El fallecimiento del presidente Asad un mes después añadió una variable más a esta ecuación y al futuro del proceso de paz en Oriente Próximo en su conjunto. Bashar, hijo de Asad, estaba preparado para asumir la presidencia en junio de 2000.
Bashar al-Assad ha demostrado una mayor tendencia reformista y moderada que su padre, como con la liberación de docenas de prisioneros político y la visita a Turquía para las décadas de relaciones hostiles. Pero sus vínculos con los extremistas militantes y la herencia de corrupción y control gubernamental implican que una reforma a mayor escala sigue siendo un sueño para la mayoría de los sirios.
Internacionalmente, la postura intransigente de Siria frente a Israel sobre la devolución de los Altos del Golán y su supuesto apoyo a organizaciones extremistas como Hezbollah siguen siendo un obstáculo para mejorar sus relaciones con Occidente.