Los primeros habitantes conocidos de Turquía aparecieron en la región mediterránea hacia el año 7500 a.C. La primera gran civilización fue la de los hititas, que veneraban a una diosa del sol y a un dios de la tormenta. Dominaron Anatolia desde la Edad del Bronce (1900-1600 a.C.), entraron en conflicto con el Egipto de Ramsés II y se adueñaron de Siria. En el 1250 a.C., cuando los aqueos atacaron Troya, la maquinaria hitita estaba ya haciendo agua. Una masiva invasión de pueblos procedentes de las islas griegas sometió a una presión insoportable a los herederos del imperio hitita, mientras que desde el Este, una serie de pequeños reinos aglutinados bajo el mando de Ciro, que llegaría a ser emperador de Persia (550-530 a.C.), barrieron Anatolia. Después, los persas fueron derrotados por Alejandro Magno, que conquistó desde Grecia hasta la India en torno a la década de 330 a.C. Tras la muerte de Alejandro, sus generales se enfrentaron por el poder y el territorio quedó sumido en una guerra civil hasta que los gálatas (celtas) establecieron la capital en Ankara, en el año 279 a.C., conviviendo pacíficamente con los reinos seléucidas, pónticos, armenios y de Pérgamo.
La dominación romana llegó en el siglo II a.C. y trajo consigo una paz y una prosperidad relativas durante casi tres siglos, y proporcionó las condiciones perfectas para la propagación del cristianismo. El Imperio Romano se fue debilitando desde el año 250 d.C. hasta que Constantino lo reunificó en el 324. Este emperador proyectó la construcción de una nueva capital, la gran ciudad que habría de adoptar el nombre de Constantinopla. Justiniano (527-565) llevó al Imperio Romano de Oriente, o imperio bizantino, a su máxima extensión, tras reconquistar Italia, los Balcanes, Anatolia y el norte de África; pero cinco años después de su muerte nació Mahoma en La Meca. Sesenta años después de que Mahoma oyera la voz de Dios, y cincuenta años después de su ignominiosa huida de La Meca, los ejércitos del islam llegaron a las murallas de Constantinopla (669-678), después de conquistar todo lo que encontraron a su paso desde allí hasta La Meca, además de Persia y Egipto. Las dinastías islámicas que emergieron después de Mahoma desafiaron el poder y el estatuto de Bizancio desde entonces, pero el gran imperio turco selyúcida del siglo XI fue el primero en gobernar los actuales territorios de Turquía, Irán e Irak. Los selyúcidas se vieron sacudidos por las cruzadas y desbordados por las hordas mongolas, pero se mantuvieron en el poder hasta el advenimiento de los vigorosos y ambiciosos otomanos.
El imperio otomano se inició con el agrupamiento de los guerreros turcos de finales del siglo XIII que huían de los mongoles. En 1453, los otomanos, bajo la guía de Mehmet el Conquistador, eran lo bastante fuertes como para tomar Constantinopla. El reinado del sultán Solimán el Magnífico (1520-1566) coincidió con el apogeo del imperio: embelleció Constantinopla, reedificó Jerusalén y llevó a los otomanos hasta las puertas de Viena. Pero los sultanes que le sucedieron no fueron capaces de mantener una autoridad semejante, y en 1585 comenzó el largo declive del imperio otomano. En el siglo XIX, la decadencia y el mal gobierno convirtieron al nacionalismo en una opción muy atractiva. Los pueblos sometidos por el poder otomano se sublevaron, a menudo con el apoyo directo de las potencias europeas. En 1832, después de una amarga lucha, se formaba el Reino de Grecia; los serbios, búlgaros, rumanos, albaneses, armenios y árabes empezaron inmediatamente después a aspirar a su independencia. Las potencias europeas revoloteaban como buitres sobre este imperio que se desintegraba, mientras que en el interior de Turquía, una serie de proyectos para volver a dar vida a la nación se fueron al traste a causa de la desafortunada decisión de aliarse con Alemania en la I Guerra Mundial. En 1918, los aliados, victoriosos, se dispusieron a repartirse un país que no gozaba de buena salud.
El general otomano Mustafá Kemal organizó la resistencia, convencido de que un nuevo gobierno debía devolver Turquía al pueblo. Cuando Grecia invadió Esmirna y comenzó a empujar hacia el Este, los turcos se vieron sorprendidos. La guerra de independencia duró de 1920 a 1922, y concluyó con una victoria duramente trabajada por los turcos y con la abolición del sultanato. Mustafá Kemal (Atatürk o Padre de los Turcos) emprendió la tarea de reformar por completo la sociedad. Cuando falleció, en 1938, se había aprobado una constitución, se había abolido la poligamia y prohibido el fez (el gorro en forma de cono truncado), que era el símbolo del atraso otomano. El islam dejó de ser la religión del Estado, Constantinopla se convirtió en Estambul, y las mujeres obtuvieron el derecho a voto. Atatürk sigue siendo un héroe en el país; su estatua se encuentra en todas partes y existen leyes contra la difamación o el insulto hacia él.
El sucesor de Atatürk, Ismet Inönü, administró una precaria neutralidad en la II Guerra Mundial, y luego dirigió la transición de Turquía hacia una democracia real. El Partido Democrático, opositor, ganó las elecciones en 1950. En 1960, y de nuevo en 1970, el ejército intervino al estimar que las prácticas autocráticas del gobierno del Partido Democrático constituían una violación de la constitución. En 1980, las luchas políticas intestinas y el descontento de la población paralizaron el país. Los grupos extremistas comenzaron a causar estragos. En el centro de la vorágine, los dos partidos políticos de mayor importancia habían llegado a un punto tal de estancamiento que durante meses no pudieron elegir un presidente parlamentario. El ejército volvió a irrumpir, protagonizando un estricto control y numerosos abusos de los derechos humanos.
El jefe del gobierno militar, el general Kenan Evren, renunció a sus cargos militares y se convirtió en el nuevo presidente del país. En las elecciones libres de 1983, el partido de centro derecha de Turgut Özal tomó el poder y capitaneó una expansión financiera que duró toda la década. La inoportuna muerte de Özal en 1993 representó una pérdida inestimable en la política turca, y dejó un escenario marcado por la incertidumbre. El resto de aquella década conllevó una serie de inestables coaliciones formadas por socios inverosímiles, con el apoyo cada vez más importante de la derecha religiosa. A principios de 1998, el Tribunal Constitucional de Turquía proscribió el Partido del Bienestar, de orientación islámica, y con él, al anterior primer ministro, Necmettin Erbakan. Se consideró entonces que el Partido del Bienestar estaba trabajando para minar los principios democráticos; esta difícil decisión llevó a primer plano la pregunta de hasta qué punto la nación respetaba dichos ideales democráticos.
Por otro lado, las aspiraciones de Turquía para ingresar en la Unión Europea se ven comprometidas por la continua violación de los derechos humanos, una economía agitada y el conflicto con los kurdos. Las regiones orientales y surorientales, escasamente pobladas, acogen a seis millones de kurdos; cuatro millones más viven en otras regiones del país, más o menos integrados en la sociedad turca.
El separatismo kurdo es uno de los temas más candentes del país. Después del colapso del imperio otomano, Ankara practicó una política de asimilación: oficialmente no había kurdos, sólo turcos de las montañas, mientras que el idioma y otros símbolos palpables de la vida kurda pasaron a estar fuera de la ley. Las guerrillas kurdas apoyadas por la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) y con base en Siria, Irak e Irán realizaron centenares de sangrientas incursiones durante la década de 1980 en el sureste de Turquía. Las medidas enérgicas del gobierno turco y la penetración de miles de kurdos iraquíes (que huían después de un ataque con armas químicas por parte de las fuerzas armadas iraquíes en 1988, y de nuevo tras la guerra del Golfo, en 1991), situó la cuestión kurda en la agenda nacional e internacional.
Ankara relajó a regañadientes las restricciones concernientes a la cultura kurda, pero a principios del 1999, después de la detención del líder kurdo Abdullah Ocalan, la tensión se incrementó notoriamente. Juzgado por alta traición y asesinato, Ocalan fue condenado a muerte, pero la sentencia está actualmente apelada ante el Tribunal de Justicia Europeo. El grupo de Ocalan, Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), declaró el alto al fuego y esto ha conllevado cierta distensión en la actitud oficial hacia los kurdos. Dentro del ambiente de paz relativa, Turquía sigue en su empeño de ingresar en la Unión Europea. En diciembre de 2002, se estableció en una cumbre de la UE que a finales de 2004 se iniciarían las negociaciones para la posible entrada del país en dicha comunidad, siempre y cuando las reformas del estado sigan su curso con normalidad.