Para muchos reino prohibido y emblema de algunos de los aspectos de Oriente Próximo más inexplicables para Occidente, como el islam, el velo y el terrorismo. Durante siglos el país estuvo cerrado a los extranjeros, y solo fue accesible a los más valientes y osados, como Richard Burton, T. E. Lawrence o Wilfred Thesiger. En la actualidad, Arabia Saudí no es tan arisca con los extranjeros, y, además, les reserva una grata sorpresa: Madain Saleh, ciudad hermana de la jordana Petra, está entre los lugares más mágicos y monumentales de Oriente Próximo. El Rub al-Khali (o Lugar Vacío), una de las extensiones de arena más grandes del mundo, alberga dunas del tamaño de un barco. En el extremo sur está Najran, una antigua parada de caravanas donde las fortalezas de adobe emergen entre los oasis. En la costa, Jeddah, considerada una ciudad libertina por los más conservadores, alberga animados zocos y encantadoras casas de coral. Frente a la costa suroeste se hallan los tesoros del mar Rojo saudí: arrecifes de coral que se encuentran entre los mejor conservados y más espectaculares del mundo. Sin embargo, para muchos lo más memorable es la tradicional hospitalidad beduina, que, como las arenas del Lugar Vacío, permanece inmutable.