Martinica es una porción de Francia situada en los trópicos. Los isleños siguen los dictados de la moda parisina, consumen baguettes y croissants y pagan con francos. Sin embargo, la música zouk que suena en los aparatos magnetofónicos, los bares y las salas de fiesta nos recuerda que sus habitantes tienen una cultura propia, imbuida sólidamente en las tradiciones criollas de las Antillas.
Su capital, Fort-de-France, una urbe moderna y elegante de cien mil habitantes, constituye la mayor de las Antillas francesas. Gran parte de la isla está urbanizada, y sus ciudades más relevantes podrían confundirse con modernas barriadas. No obstante, casi una tercera parte está ocupada por bosques, y otras muchas zonas están destinadas al cultivo de piñas, plátanos y caña de azúcar. Aún es posible encontrar algunos pueblos de pescadores y playas apartadas, así como multitud de senderos por las montañas.