Lo que queda de la antigua Yugoslavia es el estado de Serbia y Montenegro, una nación que sin apenas haber aprendido a caminar ya ha presenciado el asesinato de su primer ministro y que debe esperar a que uno de sus miembros, Montenegro, decida si desea seguir formando parte de esta nueva corporación.
Lo único cierto de su frágil existencia es que Serbia y Montenegro trata de conseguir una rápida reforma, dejando atrás sus antiguos vínculos con dirigentes despóticos, fracasados socialismos y guerras. Ser testigo de esta transición y redescubrir una región de belleza, cultura e historia olvidadas recompensará incluso al más experimentado de los viajeros.