Las montañas de Martinica posibilitan sencillas excursiones desde Fort-de-France, especialmente por la selva de Pitons du Carbet o las ruinas del Château Dubuc, en la península Caravelle. Otros caminos más arduos ascienden por las vertientes de la montaña Pelée, en el extremo noroccidental de la isla, y alrededor de la costa norte, menos explotada.
En la costa suroccidental se encuentran las mejores playas de arena blanca o dorada; constituyen el mejor lugar para bañarse y nadar. Las playas de arena gris y negra de la costa nororiental suelen ser más peligrosas. En la zona de Trois-Ilets se hallan las concurridas playas de Anse-à-l’Ane y Anse Mitan. Entre las más conocidas de la costa este se encuentran Cap Chevalier y Macabou, al Sur, y las de la península Caravelle de Anse l’Étang y Tartane.
Durante la erupción volcánica de 1902 se hundieron más de una docena de barcos en la bahía de Saint-Pierre, un incentivo añadido para practicar el submarinismo. Grand Anse, con sus tranquilas aguas y precioso coral, resulta un lugar apropiado para aquellos que deseen iniciarse en el deporte del buceo. Cap Enragé, al norte de Case-Pilote, cuenta con numerosas cuevas submarinas que albergan cientos de peces y langostas. Rocher du Diamant (peñasco del diamante) también ofrece la posibilidad de descubrir sus cuevas, aunque las aguas son más traicioneras. Ilet la Perle, roca que se alza en la costa noroccidental, es el enclave idóneo para observar meros, anguilas y langostas, siempre que el mar no esté demasiado embravecido. Se puede practicar el buceo con tubo alrededor de Grand Anse, Sainte-Anne y la costa de Saint-Pierre a Anse Céron.