Teherán
La contaminación, el hacinamiento crónico y la falta de una planificación responsable han contribuido a hacer de Teherán una metrópoli difícil de alabar por su belleza. El visitante que espere encontrar una exótica encrucijada de esplendor oriental quedará tristemente decepcionado. Las distancias son enormes y el tráfico, desmedido. Además, los enclaves más notables se hallan totalmente diseminados. Sin embargo, los hoteles son buenos y la variedad de restaurantes resulta impresionante; sus instalaciones son mucho más modernas que en las provincias y sus habitantes, muy amables. El mayor atractivo turístico se centra en sus excelentes museos.
La región está habitada desde la época del neolítico. No obstante, se desarrolló con lentitud y su preeminencia es prácticamente accidental. Desde mediados del siglo XVI el atractivo entorno natural de la ciudad, junto con la excelente caza, la convirtió en una de las favoritas de los reyes sefévidas; de ser un asentamiento comercial moderadamente próspero, se transformó en una elegante pero polvorienta urbe, cuyas fascinantes viñas y jardines fueron descritos por varios visitantes europeos. En 1789, Aga Muhamad Jan la declaró capital y seis años más tarde se coronó sha de todas las Persias. La localidad siguió creciendo lentamente bajo la batuta de los reyes kayares.
A principios de la década de 1920, la ciudad inició una amplia modernización. Dicho período marcó el comienzo de un espectacular crecimiento de la población y de un desarrollo urbano descontrolado que no ha cesado hasta la actualidad. El Teherán actual es tan grande que resulta inevitable perderse completamente como mínimo una vez, independientemente del transporte que se elija. Para orientarse resultan de ayuda algunos puntos destacados, como los montes de Elburz, conocidos como la Estrella del Norte de Teherán; o bien la enorme torre telefónica de la plaza Imam Jomeini, que domina el interior de la zona sur.
El Museo Nacional de Irán alberga colecciones de cerámica, figurillas de piedra y tallas, con piezas que se remontan hasta el V milenio a.C. Muchas de estas reliquias proceden de las excavaciones de Persépolis, Susa, Sha-e Ray y Turang Tepe, y probablemente tendrán mucho más significado para el viajero que haya visitado dichos yacimientos arqueológicos con anterioridad. El Museo del Vidrio y la Cerámica es uno de los más impresionantes de Teherán, no sólo por su organización, muy profesional, sino por el edificio en sí mismo. El Museo Reza Abbasis, otro prodigio, contiene ejemplares de pintura, cerámica y joyería islámica. Los Museos Saad Abad se encuentran en la antigua residencia del sha, que actualmente acoge un complejo museístico.
Otro enclave de interés afamado es el bazar, tan grande que prácticamente constituye una ciudad independiente. También merecen una visita la concurrida mezquita del Imam Jomeini, la monótona catedral armenia, obra de Sarkis, y los parques y jardines de la localidad.
La mayoría de alojamientos económicos de Teherán radican en la parte sur de la capital, en un radio de un kilómetro en torno a la plaza Imam Jomeini. También está considerada una buena zona para degustar un kebab. Los hoteles de cuatro y cinco estrellas están diseminados por toda la capital, la mayoría en lugares mal comunicados mediante transportes públicos. El aeropuerto se halla a unos 10 km del centro en dirección suroeste.
Persépolis
Persépolis, el trono de Jamshid, se construyó como un magnífico complejo palaciego en 512 a.C., obra que se prolongó durante los 150 años siguientes. Fue incendiada por Alejandro Magno en el año 331 a.C., aunque los historiadores barajan el accidente y la venganza como causas, puesto que anteriormente el rey Jerjes había destruido Atenas. Las ruinas actuales aparecen como una sombra de la antigua gloria de Persépolis. Pese a todo, con un plano y algo de imaginación, el viajero puede hacerse una idea fidedigna de la majestuosidad de una urbe que permaneció oculta bajo el polvo, la tierra y la arena a lo largo de los tiempos, hasta que fue redescubierta a principios de la década de 1930. Este complejo palaciego fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979.
Uno de los primeros edificios que se divisan es la puerta de Jerjes o puerta de los países, recubierta de inscripciones y tallas en elamita y otras lenguas antiguas. Este monumento conduce al complejo palaciego de Apadana, donde los reyes recibían a sus visitantes y festejaban las celebraciones. En el palacio se descubrió una gran cantidad de oro y plata, previsiblemente saqueada por Alejandro Magno. Lo que ha perdurado se encuentra actualmente en el Museo Nacional de Teherán. El mayor vestíbulo de Persépolis, la sala de las cien columnas, fue utilizada como lugar de recepciones por Darío I. Es muy probable que se trate del edificio de mayores dimensiones construido durante el período aqueménida. Persépolis se halla a 57 km de Shiraz, cerca de la carretera que conduce a Esfahan. El acceso puede realizarse en autobús o taxi compartido desde Shiraz.
Esfahan
Los refrescantes azulejos de las construcciones islámicas de Esfahan, así como sus majestuosos puentes, contrastan con el caluroso y árido paisaje iraní que los rodea: la localidad ofrece una soberbia arquitectura y un agradable clima, además de un ambiente relajado en relación a otras ciudades iraníes. Resulta indicada para pasear, perderse en el bazar, dormitar en sus bellos jardines y conocer gente.
La famosa rima Esfahan nesf-e jahan (Esfahan es medio mundo) surgió en el siglo XVI, para expresar la majestuosidad de la urbe. Los numerosos enclaves de interés provocarán que el viajero deba racionar su tiempo y concentrarse en lo más relevante, como la mezquita del Imam, un magnífico edificio totalmente recubierto por los tradicionales azulejos de la ciudad; la plaza del Imam Jomeini, una de las mayores del mundo, el Museo y parque Chehel Sotun, un pabellón del siglo XVII, espléndido para un picnic, y la catedral de Vank, el centro histórico de la iglesia armenia en Irán. Una parte esencial de la visita consiste en tomar el té en uno de los numerosos establecimientos especializados situados bajo los puentes.
Esfahan se sitúa a unos 400 km al sur de Teherán y ambas están unidas por varios vuelos diarios. También enlaza mediante un servicio de autobús, habitualmente nocturno, con Teherán, Shiraz, otras localidades iraníes y Estambul. El tren rápido entre Esfahan y la capital se convierte en una atractiva alternativa a una noche en autobús.
Shiraz
En el medievo, Shiraz era una de las poblaciones más importantes del mundo islámico. También fue capital del país durante la dinastía Zand (1747-1779), época en la que se construyeron o restauraron muchos de sus edificios. Gracias a sus numerosos artistas y eruditos, ha sido considerada sinónimo de estudio, poesía, rosas y, antiguamente, vino.
En la actualidad, Shiraz ofrece un entorno calmo, mostrándose como una urbe cultivada, con amplias avenidas flanqueadas por árboles y abundantes monumentos, jardines y mezquitas. Su universidad se alza como una de las más elegantes de la nación, y la ciudad rebosa estudiantes deseosos de comunicarse con los visitantes. Entre los enclaves más notorios destacan la sosegada tumba y jardín de Hafez, un celebrado poeta; el mausoleo del sha Cheragh, importante punto de peregrinación chiíta que atrae a multitud de suplicantes; el Museo Pars, que alberga reliquias de la dinastía Zand; y el jardín de Eram, donde se erige un palacio kayar del siglo XIX junto a una bella piscina.
Shiraz posee suficientes hoteles para satisfacer todos los presupuestos. La mayoría se agrupan en las proximidades de Zand, la avenida principal, zona en la que se puede encontrar buena comida, desde económicos kebabs y hamburguesas hasta platos más complejos que requieren sentarse a la mesa. Se encuentra casi a 900 km al sur de Teherán. Shiraz resulta un lugar apropiado para iniciar o finalizar un viaje a Irán, y dispone de buenas conexiones aéreas tanto con el interior del país como con el extranjero. El aeropuerto está situado a 8 km al sureste del centro. También está unida por autobús con Teherán y otras localidades iraníes; ocasionalmente, los taxis compartidos llegan hasta Esfahan
Bam
En esta agradable localidad abundan los eucaliptos. Sus palmeras datileras indican que se trata de un oasis en el desierto; su antiguo asentamiento la convierte en una ciudad especial. Algunas de las estructuras que permanecen en pie datan de antes del siglo XII, aunque la mayoría de sus restos corresponden al período sefévida (1502-1722). Con sólo 6 km² llegó a estar habitada por 13.000 personas, hasta que fue abandonada tras la invasión afgana de 1722. La población volvió a huir en 1810, tras la llegada de los sangrientos invasores procedentes de Shiraz, y a continuación fue utilizada como refugio del ejército hasta la década de 1930. En la actualidad, se encuentra totalmente deshabitada.
Un gran número de estrechas y empinadas escaleras conducen hasta los pináculos de la muralla exterior, construida en barro, que prácticamente circunda toda la urbe. Desde allí puede divisarse la curvada casa del hielo, donde en invierno se almacenaban enormes bloques que al deshelarse se convertían en agua potable para el verano. La ciudadela interior dominaba la localidad y se cree que el extraordinario eco de la guarnición constituía un antiguo sistema de amplificación del sonido.
Bam está enclavada en el sureste del país. El autobús desde Teherán, a 1.260 km, tarda unas 21 horas en efectuar el recorrido, por lo que resulta recomendable desplazarse en avión. De Teherán a Bam parten dos vuelos semanales, mientras que de la capital a Kermán, situado a tres horas al noroeste de Bam en autobús o taxi compartido, parten aviones con más frecuencia.